Brasil cerró en la madrugada de hoy su carnaval más crítico y reivindicativo en el Sambódromo de Río de Janeiro con un grito desgarrado contra los males que aquejan al país, desde la violencia a la corrupción, sin olvidar la intolerancia y la discriminación.

Por primera vez, sobre la Avenida del Marqués de Sapucaí se vieron escenas de violencia que replican la realidad que viven millones de personas en las favelas de Río de Janeiro, de la mano de Beija-Flor, una de las escuelas favoritas de esta edición y la última de las seis que desfilaron esta madrugada.

Con una sátira que pretenda ser un grito de "alerta" contra el modelo social, político y religioso del país, su montaje, "Monstruo es quien no ama", reprodujo situaciones extremas que sacudieron al público que abarrotaba el templo de la samba, con capacidad para más de 70.000 personas.

Una mujer que sostenía el cuerpo de un policía muerto, evocando a la Piedad de Miguel Ángel, cerró un desfile en el que se vieron niños tiroteados en sus ataúdes, padres cargando los cuerpos de sus hijos heridos, jóvenes apuntando a sus víctimas en la cabeza con armas y "arrastroes" (asaltos múltiples) como los que se han repetido en los últimos días en la zona sur de Río.

"Oh Patria amada, dónde estás", reza el estribillo de la samba que acompañó a esta crítica despiadada de Brasil que ha incluido a políticos y empresarios corruptos, predicadores de todas las religiones y una denuncia contra la discriminación.

En un guiño al colectivo LGTB, la escuela invitó a dos estrellas de la contracultura brasilera del momento, el "drag queen" Pablo Vittar y Jojó Todynho, una cantante negra "revelación" de funk, que destacaron sobre uno de sus carros alegóricos.

La contundencia de Beija Flor eclipsó a las otras cinco escuelas que se presentaron esta madrugada, en la última jornada de los desfiles del Sambódromo.

Por la pista de Sapucaí pasaron, entre otras, "Portela", campeona del año pasado, que clamó contra la intolerancia valiéndose de la historia de un grupo de judíos que colaboraron en la fundación de Nueva York, y "Salgueiro", que llenó la pista de color en una denuncia contra el racismo y un homenaje a las raíces negras de Brasil.

Hubo también "enredos" (argumentos) más suaves, como los de las escuelas que conmemoraron la creación del primer museo del país o recorrieron la gastronomía brasileña, pero esta edición bien pudiera calificarse como el "carnaval de la protesta" porque el estreno, en la noche del domingo, estuvo también dominado por la crítica política.

Críticas contra el presidente de Brasil, Michel Temer, y sus reformas neoliberales, en especial el nuevo marco laboral, y contra el alcalde de Río, el evangélico Marcelo Crivella, quien no oculta que considera esta celebración pecaminosa y ha aprovechado la mayor fiesta de Brasil para salir del país.

En su ausencia se han multiplicado los robos en los desfiles callejeros y los "arrastroes" en las playas de barrios de la zona sur, como Ipanema y Leblon, las "postales" de Río.

En el ojo del huracán, las autoridades de Río de Janeiro, que inicialmente dijeron sentirse satisfechas del operativo de seguridad desplegado para el carnaval, han tenido que anunciar que reforzarán la seguridad en las zonas más turísticas de la ciudad.

Pese a que la última noche en Sapucaí marca el final del carnaval en Brasil, la fiesta no estará completa hasta que se anuncie la escuela ganadora, mañana miércoles.