Justo Gutiérrez (Santa Cruz de Tenerife, 1951) es el nexo de unión entre los primeros diseñadores -María Isabel Coello y Luis Dávila- y generaciones posteriores, como las de Leo Martínez, que se formó con él, o la nueva hornada que integra Daniel Pages, uno de los favoritos para Justo de cara a la gala del miércoles, si bien está a la expectativa de lo que aporten Juan Carlos Armas y Sedomir Rodríguez de la Sierra, coincidiendo con sus regresos.

Hijo de un extremeño y una majorera afincada en el barrio de Duggi, Justo Gutiérrez se crió en la calle Progreso con sus abuelos. Ya desde pequeño, asegura, se disfrazaba en su casa con el tricornio y la guerrera que encontró de su padre en casa, que se marchó meses antes de nacer; también su madre emigró a Venezuela cuando él tenía tres años. De la mano de su abuelo materno, sastre de profesión -al que ayudaba su abuela-, Justo se aproximó a este mundo, si bien fue decisivo el contacto que tuvo con su vecina del barrio, María Isabel Coello, que le dio la oportunidad de ayudarla, y alimentó así su afición cuando tenía 16 años.

El diseñador que incorporó las ruedas a los trajes de reinas, lo que supuso un paso de gigante para ganar en esplendor y majestuosidad, recuerda que quiso estudiar Bellas Artes, pero era un coste que no quería cargar sobre sus abuelos. En su juventud, se define un chico solitario, que prefería irse al Palacio de Justicia para ver a Ángel Ripollés cómo defendía los alegatos en sus pleitos y, cuando eran días nublados, visitaba el cementerio.

Recuerda cuando presentó su primer traje de reina, en nombre de Cariocas. "María Isabel Coello era la que presentaba la mayoría y ella me dijo que mi traje iba a estar en la corte de honor. Ese año no gané nada". Al segundo, también con Cariocas, logró una dama y, al tercero, reina, con la boutique Juan II.

"María Isabel traía de la Península los tocados; yo los desarmaba en el taller para ver cómo estaban hechos y luego los volvía a armar", cuenta. Así ideó la construcción de los cascos, a partir de una cabeza de peluquería que forraba con plástico y luego recubría con papel de periódico y cola de carpintero. "Aquello eran cascos de guerreros. Luego los adaptaba". Recuerda cómo construía las lentejuelas grandes, cuando aquí no había: "A partir de una plancha de aluminio, incrustando un tubo que le daba la forma exacta". En su haber, Justo Gutiérrez ha sido -hasta la reciente época de Javier Caraballero- el único diseñador que fue escenógrafo, pues realizó los decorados de la Edad Media y la Prehistoria.

Hoy se arrepiente de haber incorporado las ruedas a los trajes de las reinas: "Hoy todos los trajes parecen iguales, solo se les cambian los colores". Entre los diseñadores de referencia, destaca a Marcos Marrero y María Díaz: "Eran trajes muy distintos e innovadores; eran creadores, no recreadores", al margen de su lujo, porque incorporaron las piedras de Swaroski. También admira la habilidad y el gusto de Leo Martínez en el uso de las plumas en las fantasías. Precisamente, el traje de "Las Meninas" que hizo Leo Martínez es una de las obras de arte que se han presentado al Carnaval, o el hinchable de Carlos Nieves, que revolucionó las medidas de los trajes, dice.

"En el mundo competitivo, todos tenemos alma de pavo real", sentencia este diseñador referente del Carnaval, que insiste en que "los trajes actuales son grandes y ricos, pero son recreaciones, no creaciones". Justo dice haberse dedicado a "jugar de aprendiz de brujo y hacer fantasías realidad. Yo soy un artista con minúscula; más bien un trabajador del arte". Y deja otra frase lapidaria: "El verdadero fracaso es no hacer nada". Por eso, él -ganador de siete reinas adultas, una princesa de la Fantasía y dos infantiles- no descarta volver a diseñar. Pero el futuro del diseño de reinas pasa por la tecnología, y con solo doce voltios no se pueden lograr los sueños que Gutiérrez tiene en mente.

Justo Gutiérrez

DISEñADOR DE REINAS DEL CARNAVAL