1.- Difícil encontrar un alojamiento mejor que el recoleto The Cadogan, en Sloane Street, un lujoso y pequeño hotel en el que he celebrado algún que otro fin de año. Tan cerca de Knigtsbrigde y de Harrods que se hace peligroso para el bolsillo, porque esa zona exclusiva de Londres es la de las grandes marcas en tiendas de superlujo. El Cadogan ocupa un edificio que fue casa de Wilde y se supone que allí EduardoVII, siendo Príncipe de Gales, se ventilaba, entre otras cortesanas, a la cantante LillyLangtry, que lo mismo yacía con el heredero de Inglaterra que viajaba al Lejano Oeste a enamorar a pistoleros, vaqueros ricos y jueces de paz. En el Cadogan, cuando ingresas, te entregan una tarjetita que pone, en inglés: "Por si usted se pierde, sepa que es huésped de The Cadogan, que está situado en el número 75 de Sloane St., Londres". Entregas esa tarjeta en cualquier lugar y todo son amabilidades. Un detalle. Los amigos del lujo inglés no deben dejar de visitar este establecimiento y recrearse en sus cuadros, en alguno de los cuales se inmortaliza aún más a Wilde, el irónico e insoportable escritor británico. Es una pena que TVE no reponga aquella serie, tan recordada por tantos y por mí, dedicada a Eduardo VII. Reinó poco tiempo (de 1901 a 1910), sólo nueve años, porque su madre, Victoria, no se acababa de morir nunca. Fue Príncipe de Gales durante más de medio siglo. Se lo voy a recordar a mi buen amigo SantiGonzález, director de TVE, que pasa unos días con su familia en su bonito refugio de La Paz, en el Puerto de la Cruz, justo enfrente de mi casa. A ver si la vuelven a emitir. Aquella serie me pareció extraordinaria. Se abría, en los créditos, con la marcha, Pompa y Circunstancia, que tanto se identifica con Inglaterra. Pues bien, en el edificio que hoy ocupa The Cadogan, Eduardo VII, ya digo que siendo príncipe, se refocilaba con sus amantes mientras Wilde agraviaba a algún conde en el comedor. Era el Imperio, con la inmediata e impresionante herencia victoriana. Me hubiera encantado poder vivir un trocito de esa época: un concierto en el Royal Albert Hall, ver construir el Museo Victoria y Alberto, la impresionante exposición permanente de arte y diseño británicos, por el que tantas veces pasé, camino de la casa de mis anfitriones, situada justo enfrente del circular y espléndido Royal Albert Hall. Recuerdos londinenses que no se me borran de la mente.

2.-Muy cerca del Cadogan se encuentra una calle alegre y colorista, Beauchamp Place. Reserven en el restaurante San Lorenzo, allí mismo. Y, muy cerquita, The Map House, una tienda, quizá la mejor del mundo en su género, donde se hallan los más diversos y bien coloreados mapas y grabados antiguos. Yo he conseguido algunos de Canarias realmente hermosos. Casi siempre son páginas de revistas de los siglos XVIII y XIX, en muy buen estado y bien presentadas. Allí y en Portobello, en el famoso rastro londinense, he encontrado láminas sobre nuestras islas que constituyen un pequeño tesoro. Londres siempre es una ciudad por descubrir. En los alrededores de Covent Garden, el antiguo mercado hoy primorosamente convertido en centro de ocio y recreo, parece que veo la figura de AudreyHepburn, antes de pasar de la órbita del arrabalero señor Doolittle a la de Mr. Higgins, con un RexHarrison espléndido en su papel. ElizaDoolittle, qué maravilla de mujer, empapelada por Audrey Hepburn, en el film dirigido por GeorgeCukor. Allí, en Covent Garden, también se encuentran algunas tiendas de grabados y mapas antiguos muy interesantes. Londres, repito, es una urbe por descubrir. Cada vez que he visitado la ciudad he encontrado cosas nuevas, como el restaurante Bibendum, en el 81 de Fulham Road. Bibendum, ya saben, el muñeco de Michelín. No les digo nada de los Benihana. Hay uno en King´s Road. Y algunos más.

3.-En fin, háganme caso, que nunca les recomiendo nada que a mí no me haya gustado. Visiten Londres. En la película Notting Hill, de HughGrant y JuliaRoberts, ustedes pueden ver la calle principal de este popular barrio londinense, justo cuando sales de la parada de metro; ese mercadillo de comida en plena vía, las librerías de ocasión, los pequeños negocios, la cultura popular, en suma. Todo es verdad. Notting Hill es como un pueblo dentro de Londres, un pueblo bohemio y entrañable donde se vive intensamente los fines de semana. La memoria remota me hace recordar mis viajes, mucho tiempo después de vividos. Es maravilloso ir por ahí, redescubrir los rincones que el cine o la televisión te han traído a casa. Recordarlos en vivo y en directo. En una escena de la película El Puente sobre el río Kwai, lo único que SirAlecGuinness, el coronel Nicholson, lamenta, cuando lo veía todo perdido, es no poder disfrutar más veces de un plato de carne en el famoso restaurante Simpson´s, en el Strand. De este santuario gastronómico, que visité la última vez en compañía de unos amigos tinerfeños, entre ellos VicenteÁlvarezGil y PelaMontes, eran asiduos BernardShaw, VanGogh, BenjamínDisraeli y hasta SherlockHolmes. ¿Se puede pedir mejor compañía? Silbemos todos, pues, la Marcha del Coronel Bogey para ir haciendo boca. Alec Guinness, el coronel Nicholson, volvió a cenar en el Simpson´s. Para su suerte.

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