EXISTEN en la memoria, resguardados de las inclemencias de una época pasada, retazos, voluntades y propósitos que en un momento determinado al menos inducían, si no ir hacia donde la imaginación calenturienta juvenil propiciaba, porque no sólo era difícil sino casi inviable, al menos recrearse en la esperanza y la certeza que todas las cuestiones, por muy imperecederas que se consideren, tienen un final traducido en un nuevo comienzo; como si la idea cansada de invernar se desentumeciera de sus modorras volviendo al ímpetu del principio.

Y quiero referirme no al movimiento independentista Canarias Libre, que circulaba clandestinamente por las calles de Las Palmas en ese año de 1961, comandado por Fernando Sagaseta, Carlos Suárez, Armando León y las posteriores incorporaciones de gente del PC, destacando entre ellos la figura de Agustín Millares Sall; como tampoco pretendo mencionar la bandera que bordó María del Carmen Sarmiento, que fue copia en cierto modo a la que en el año 1907 ondeó en el Ateneo de La Laguna, adoptaba posteriormente por los patriotas canarios de Cuba que fundaron el Partido Nacionalista Canario en 1924; como tampoco a las incorporaciones que más tarde se unieron a ese movimiento, componentes de la intelectualidad de Las Palmas que se titulaban pertenecientes a la Iglesia cubana, cuyos líderes más destacados eran Matías Díaz Padrón y Manuel Bello, el cual se incorpora a lo que se está gestando en Granada el año 1961.

Sucedió en Granada y fue el año 1961. Eran unos jóvenes universitarios, bien es verdad que no muchos, pero sí los suficientes para introyectar dentro de sí un sentimiento de desasosiego y alto deseo de reivindicar lo que entonces no pudo ser, quedando aquellas reuniones de la calle Elvira, de Granada, en la casa de de Pedro García Frías, que duraron cinco meses, como un punto de inflexión, como una reflexión inconclusa donde Canarias ya en aquellos debates se quiso definir como sujeto histórico, como una nación más en la lucha por su libertad en medio de miles de tempestades.

Reuniones que fueron controladas, sin saberlo, por agentes de la Brigada Social del momento, enterándonos de que esto era así por las informaciones dadas por Radio Moscú en la voz del delegado en la ONU de la Unión Soviética, que hacía referencia a una estructura política clandestina que operaba en Granada, que propugnaba la independencia de Canarias y que se arropaba bajo las siglas de la RIC (República Independiente de Canarias).

En ese año de 1961, cuando algunos estructuraban la idea de una Canarias diferente, libre de ataduras, otros que hoy se titulan nacionalistas de altos vuelos dormían la siesta de la complacencia, cuando no doblaban la cervix en reverencias de escándalo; cuando otros sabían de la marea de libertades que llegaba a las playas del mundo y se inicia la liberación de los pueblos y Canarias expectante, casi sin remedio, muchos no hacían otra cosa que mirarse el ombligo y no ver mas allá de sus narices -además no les interesaba-; cuando algunos levantaban la mirada en la búsqueda de otros horizontes diferentes y más justos con la vivencia de un pueblo que tenía que descorrer velos y más velos de una historia mal contada, otros colaboraban con todo lo contrario desde su disidencia y conformismo. Mientras unos pugnaban porque Canarias se abriera a un espacio en el concierto de las naciones otros amenazaban con hecatombes tragedias y cómplices silencios. Hoy, a pesar del tiempo trascurrido, unos y otros continúan, lo que sucede es que algunos transitan tapujados con los disfraces del oportunismo y otros continúan ubicados en el sitio que siempre han tenido.

En Granada, en una época, quedó la dignidad de sentirse canario con todas las consecuencias, el comprobar cómo, desde la distancia, Canarias se encoje, se volatiliza y se ve con diafanidad quiénes son unos y quiénes son otros, quiénes agazapados esperan y quiénes no. En Granada, aquel año de 1961, se inició una ideología nacionalista, se pensó en Canarias como nación y el nacionalismo ocupó parte de la intelectualidad de aquellos que por ahí circularon. En Granada no sólo se aprendieron lecciones de Anatomía y Derecho Romano, sino que también se asumió que Canarias bien vale la pena. Fueron pocas las voces que así lo entendieron, ahora parece que hay muchas más y que el silencio de entonces se ha ido llenando con palabras que, abriéndose a codazos entre las filas del contranacionalismo, intentan dejarse oír rompiendo mordazas seculares y resabios inventados. De cualquier manera, si es así, mucho mejor porque indica que se está en el camino y, además, siempre viene bien reavivar la memoria con algún que otro apunte nacionalista como el que hoy hemos relatado, que, quiérase o no, sirve para la reflexión.

En el Camino de la Historia Juan Jesús Ayala