"Es navidad cada vez que permites

al Señor renacer para darlo

a los demás."

(Madre Teresa de Calcuta)

¡ESO ya se sabe!, dirá más de uno. Además nos lo vienen recordando, desde hace semanas, y de manera machacona, los medios de comunicación, los escaparates de las grandes o pequeñas superficies, los alumbrados de las calles, la Lotería, los villancicos... A muchos, les encanta salir a la calle, con este barullo, a comprar, pasear o desear ¡feliz Navidad! Para otros, tantas lucecitas y tanto ruido es una lata.

Una lata y un estrés -aunque lo hacen con todo cariño y cómo lo hacen- es para las madres, las abuelas o las amas de casa, para preparar los menús de esta noche, de mañana y de la partida y comienzo del año nuevo. Y después ¿dónde? Con los padres o con los suegros, los consuegros, los hermanos, las cuñadas, los sobrinos, sus parejas, los niños... y/o los perros. Nos alegramos estos días ¡hasta de los éxitos de nuestras cuñadas!

Personalmente, estos prolegómenos navideños siempre los he considerado "tiempo de publicidad y de incitación al consumo". También me recuerdan largas tardes de corrección de exámenes, que terminaban tal día como hoy; en mi época se examinaba antes de la vacaciones de Navidad. Costumbre que he mantenido negociada -como se dice ahora- con mis alumnos y sus padres, hasta hace cuatro años que me jubilaron; lo que contribuyó a que su éxito en los estudios fuera mayor. ¡Hay que volver a los exámenes: escritos y orales! Sugiero esto hoy, porque hasta los del gobierno, por estas fechas, se hacen buenos propósitos.

Ya se sabe que "esta noche es Nochebuena y mañana Navidad", pero en realidad ¿lo vivimos? El "ya se sabe" me trae a la memoria a un autor que he leído de joven y releo de vez en cuando, por el que siento gran admiración, Juan Antonio Vallejo Nájera, que escribía: "Todo lo que en España se da por sabido casi nunca se hace".

Otro autor que me apasiona, y que releo por estas fechas, es Gilbert K. Chesterton, que dice en su libro "La mujer y la familia" (Ed. Styria, 2006): "La Navidad, que en el siglo XVII tuvo que ser rescatada de la tristeza, tiene que ser rescatada del siglo XX de la frivolidad". Y, en el siglo XXI, me atrevo a decir, que hemos de rescatarla de la vulgaridad y de la crisis de fe.

Los católicos, si somos coherentes con nuestra fe, hemos de rescatar y vivir la esencia de la Navidad: ¡El Nacimiento del Niño Dios! De un Dios que anonada, que se hace niño y que quiere nacer en el seno de una familia, de María y José, para venir al encuentro del hombre y que cambió el mundo para siempre: fue el mayor defensor de la familia y de la vida; no temió ir a contracorriente, en realidad no temió a nada; amó a sus enemigos. Los amó hasta dar la vida por cada uno, y también por ti y por mí. Y nos hizo libres sólo con la fuerza de la Verdad. Se hizo oír -¡vaya si lo hizo!-. Sus seguidores inspiraron una nueva civilización y una nueva cultura, basada en el amor, la justicia y la caridad o solidaridad, como les gusta a algunos. Su doctrina, aunque hay quienes se empeñen en lo contrario, es válida para salir de todas las crisis y lograr una convivencia más humana y un mayor progreso social y cultural en esta época que nos ha tocado vivir.

Esta es nuestra tarea de hoy, y también de los restantes días del año, como insiste el Santo Padre, Benedicto XVI -así con mayúsculas-: mostrar esta buena noticia, que siempre es novedosa, porque hay muchos que todavía no se han enterado, y otros, con frecuencia nos olvidamos. Más que de boquilla, con el ejemplo de nuestra alegría, que nace de lo más hondo del corazón; de nuestro trabajo o estudio hecho por amor -y sin renunciar a que nos paguen lo justo-, por el amor sin límites a nuestra esposa o marido, junto al tesoro de los hijos; y estar abiertos para amar a todos los demás. Dejar de mirarnos al ombligo y estar disponibles para lo que el Señor nos pida, a cada uno, en esto días. ¡Esa disponibilidad es la que da verdadera felicidad!

Aprovecho para desearles a todos: muy feliz Navidad

y profesor emérito del CEOFT

fmgszy@terra.es