De tres temas nos vamos a ocupar hoy. Temas de los que no tendríamos que hablar si la colonia Canarias no dependiera de una nación Metropolitana continental que se llama España. Y que conste que contra la nación y sus habitantes no tenemos nada, porque nos merece igual consideración que cualquier otra en el ámbito general, el político y el económico, llámese Italia, Francia, Inglaterra o lo que sea.

Primer tema. Televisión Española en Canarias tiene un programa en Canal Satélite Digital llamado 24 Horas donde sólo aparece la temperatura diaria de la ciudad panzaburro, capital de la isla más desangelada y menos interesante del Archipiélago. ¿Por qué? Pues porque desde que se estableció la televisión en estas islas los canariones se apoderaron de ella, mientras los cagados tinerfeños con cargo se quedaron callados, como siempre. Si no fuera por estas trampas, Las Palmas no sería nada en el propio Archipiélago, en la nación que nos domina y en el mundo. Los canariones tienen que usar argucias y publicidad engañosa, como engañoso es el "gran", para destacar. Ya veremos si el asunto del indebido "gran" se vuelve a tocar en un próximo pleno del Parlamento de Canarias. Si, como recordamos hace unos días, viene el camarada Saldaña a repetir la hazaña del camarada Orbaneja, que Dios nos proteja. ¿Tendremos que añorar los tiempos de Franco durante los cuales la isla tercera estuvo en su sitio, aunque fuera capital de una provincia que comenzó a sacar beneficios a partir de la transición y de que las sedes de los partidos del Estado, PP y PSOE, se instalasen en ella?

Segundo tema: comités de empresa. Hace unos días dijimos algo sobre el sindicalismo y los comités de empresa. Hemos recibido múltiples adhesiones y alguna crítica. Para que se nos interprete debidamente, como "somos franquistas" a pesar de que se dio orden oficial de ingreso en prisión de José Rodríguez durante el franquismo, y ante la situación actual de España de falaz democracia y abundante corrupción, generadora de desempleo y hambre, tenemos que decir que la estructura del general, que se resumía en familia, municipio y sindicato, la preferimos a la actual. Una situación la de nuestros días en la que predomina, insistimos, la corrupción política, los corrompidos políticos y un sindicalismo hostil. Admitimos un sindicalismo que defienda el mundo del trabajo. Un sindicalismo que no esté dominado por el rencor, por el odio, por el marxismo, socialismo, estalinismo y, lo que es peor, por la nefasta influencia de los comités de empresa que no son tales; que podían ser buenos si aceptaran la armonía en vez de la venganza, el odio y el rencor, así como la traición a la propia empresa que les da el empleo, el sueldo y un relativo bienestar.

Creemos que un comité de empresa no debe ser irracional y menos creerse que está en el secreto de las soluciones imposibles. Si no hay ingresos, y porque no hay ingresos no hay dinero, ni el rey Midas, que convertía en oro cuanto tocaba, puede sacarnos del agujero. Si queremos sostenernos, tenemos que apretarnos el cinturón y convenir con los trabajadores lo que la ley permite a las empresas: todo lo que es potestativo de desaparecer durante el tiempo de crisis, que desaparezca. Ese es el primer agujero del cinturón. Segundo agujero: si hay que despedir a personas porque los tiempos no son de bonanza, en los que se puede pagar porque se ingresa, hay que aceptarlo y no celebrar ignominiosas manifestaciones por fuera de las empresas con pancartas, pititos y banderolas. Lo propio es ir a protestar ante la sede de los partidos políticos causantes del deterioro de la economía; ante la sede del Parlamento y de las delegaciones del Gobierno, que esa es otra. Unas delegaciones que están diciendo que en España no hay verdaderas autonomías. Corroen la autonomía esas delegaciones que sólo existen para ordenar los trabajos policiales. Que se encarguen estas tareas a las comisarías y que desaparezcan las delegaciones y subdelegaciones del Gobierno. En resumen, comités de empresa sí, pero sin odios, rencores, locuras y hasta complots, chantajes y sucias denuncias para mantenerse en el gallito; es decir, yo blindado/blindada y que despidan al de al lado, aunque no haya cometido atentado alguno contra su empresa.

Tercer tema: cómo es posible que Santiago Pérez, después de la hazaña que ha hecho en el Parlamento de Canarias, intente aparecer por otro lado del escenario con otra careta tratando de engañar al pueblo lagunero para pretender la alcaldía, y al pueblo de las islas en general como candidato al Parlamento de Canarias. Ninguna de esas dos instituciones -Ayuntamiento y Parlamento- se merecen a un político como este fracasado de la política, denunciador profesional y redactor de minutas de otros denunciadores políticamente tan indecentes como él. Esperamos que el pueblo tinerfeño recuerde quién es el estalinista Santiago Pérez a la hora de depositar su voto; que nadie olvide que a este señor no lo quieren ni en el PSOE, partido del que tuvo que marcharse a empellones. Que se quede en su casa de una vez y que viva de su bufete, si es que puede.