¿EN QUÉ se parece un gallego a un canario? En la indefinición. Fue Manuel Padorno, Premio Canarias de Literatura en 1990, quien sintetizó este aspecto de la idiosincrasia isleña durante su discurso en el acto de entrega del citado galardón. Un señor necesita una piedra más o menos redonda para tapar un agujero en el patio de su casa. Se echa al campo y al poco encuentra una adecuada a sus propósitos. Sin embargo, cerca de la piedra hay un mago sentado. Nuestro hombre duda si cogerla y llevársela o primero preguntar. Al final se decide: "Oiga, cristiano, ¿esa piedra es suya?". Lo normal es que el vernáculo responda sí o no. Si la piedra es de su propiedad, procede llegar a un acuerdo. Si no lo es, quien sea la coge y se marcha con ella. Ah, pero claro; está por medio el asunto de la indefinición. "Depende", le responde el mago.

Depende supone, por ejemplo, que si la piedra le estorba el paso al parroquiano que pregunta, entonces no es del rural porque si lo fuera a lo peor estaría obligado a quitarla para dejar franca la vereda. Si lo que pretende el que pregunta, en cambio, es llevarse el tormo, le interesa ostentar su propiedad para sacarle un beneficio al asunto.

Padorno añadió que con esa indefinición por sistema los canarios se habían estrellado en las negociaciones con la Unión Europea. Entonces se estaba pactando la forma de pertenencia del Archipiélago a la Europa comunitaria. Veintidós años después no merece la pena seguir hablando de la indefinición de los canarios porque todo sigue igual. No ocurre lo mismo con otras vaguedades que empiezan a preocupar seriamente no solo a quienes votaron por el PP, sino también a quienes, además de entregarle la mayoría absoluta a Rajoy, pensaban que el nuevo Gobierno que formase sacaría a España del atolladero. Cierto que la selección de fútbol va bien. Gana partidos y eso conviene a la moral colectiva, pero también los ganaba con Zapatero.

"¿Por qué un Gobierno con sólo seis meses de trayectoria, con mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado y después de siete años y medio en la oposición, ha perdido el control de la situación?", se pregunta Zarzalejos en un diario digital. "La respuesta es doble: pensaron -y se equivocaron: apúntenselo los analistas de la calle Génova- que la situación que dejaba Zapatero era mejor que la que encontraron (recuerden: el traspaso modélico y transparente) y un terrible error en el manejo de los tiempos".

Y no solo eso. A un senador del PP le oí decir, dos meses antes de los comicios, que el PSOE es un partido imprescindible para España. Lo dudo. Pero aunque así fuese, y no tengo inconveniente en conceder el beneficio de la duda de que así sea, ¿cuándo ha dicho alguien del PSOE lo mismo del PP? Condescendencias que no vienen a cuento, decisiones aparentemente duras pero con trampa -se sube el IRPF pero también se recupera la desgravación por compra de vivienda; engaño que no se han tragado en Europa-, una indolencia absoluta a la hora de crujir bajo una losa de impuestos a los contribuyentes pero sin tocar un pelo del despilfarro autonómico, etcétera. Una indefinición, en definitiva, que nos lleva a la paradoja del asno de Buridán; el que murió de hambre por no decidir de qué montón de heno tenía que empezar a comer.

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