EL HIERRO y La Gomera son las dos únicas islas de Canarias que tradicionalmente han sido atendidas por un solo cirujano, si bien es cierto que en ocasiones han coexistido dos. Sentado tranquilamente en una butaca del ferry "Benchijigua Express", de Fred Olsen, que me traslada desde el puerto de Los Cristianos al de San Sebastián de La Gomera, medito sobre esa realidad, la soledad de un cirujano en una isla, mientras por mi mente fluyen los más diversos y emotivos recuerdos vividos en la isla colombina desde aquel verano de 1973 en que me trasladé en otro barco (un "Santa María" de aquellos tan moviditos que parecían una cáscara de nuez en el agua), en aquel caso de Trasmediterránea, para relevar por un mes al médico de Valle Gran Rey, Randolfo Chinea Trujillo, también conocido cariñosamente por don Fito, quien me había pedido que le sustituyera para así disfrutar de unas merecidas vacaciones tras varios años sin salir de su pueblo, localizado y dispuesto las 24 horas de los 365 días de cada año.

Hoy mi coche lo he introducido en la enorme barriga del ferry conduciéndolo yo mismo. En aquella época, desde la terraza del restaurante Bahía, de Los Cristianos, observé las maniobras, no sin cierta congoja, con las que mi coche escarabajo, recién comprado, era izado por una grúa atrapado en una red y colocado en la cubierta del barco. No era para menos, allí estaban depositados gran parte de los modestos ahorros que había conseguido en el primer año de médico residente del Hospital General y Clínico de Tenerife, donde aprendía la especialidad de Cirugía General. Por entonces el sueldo mensual, con un montón de guardias de presencia física inclusive, era de 9.000 pesetas, 54 euros de los de ahora, salvando las distancias.

Recuerdo que en el mismo barco viajaba el doctor Adalberto Bencomo, prestigioso cirujano que retornaba a su isla para sustituir por un mes al único cirujano del Hospital Nuestra Señora de Guadalupe, el doctor Martínez Vinjoy (antes que él me comentan que estuvo el doctor Diego Canales), que no solo atendía la cirugía, también la obstetricia, la ginecología, la traumatología, las varices, y hasta la urología y cualquier lesión que precisara del bisturí, trabajo tradicional del cirujano general de aquella época, que salvo en algunos matices poco se diferencia del de ahora, solo que cuando la gravedad del paciente supera las posibilidades humanas y técnicas de la isla, es evacuado con más facilidad y garantías a Tenerife, al hospital de La Candelaria.

En el siguiente verano de 1974 repetí la experiencia de volver a ejercer por un mes la medicina general en Valle Gran Rey, y pasados los años, cuando como hoy las necesidades lo han requerido, me encuentro en San Sebastián sustituyendo al cirujano insular para que este pueda disfrutar del necesario y conveniente descanso. Por mi mente fluye también el recuerdo de otros cirujanos, palmeros por cierto, Álvaro Hernández y Antonio Pérez, que más tiempo han ejercido en La Gomera. Una práctica hace años habitual la de que los cirujanos del Servicio de Cirugía General y Digestiva del Hospital de la Candelaria. Gracias a una excelente colaboración de las direcciones de ambos hospitales, acudan por días o semanas, cuando sea preciso por justificada ausencia de su titular, a atender la cirugía de la isla, antes en el antiguo pero muy entrañable hospital, hoy en uno nuevo, muy acogedor, que todavía siente el ambiente familiar de sus trabajadores y pacientes. Lo mismo asistimos a la consulta externa que al quirófano programado o visitamos los enfermos ingresados en la planta de hospitalización, que atendemos las urgencias quirúrgicas que puedan sobrevenir las 24 horas de cada día. Una experiencia reconfortante que los pacientes gomeros valoran y mucho agradecen.

*Jefe de Sección y profesor de Cirugía General y Digestiva del Hospital Universitario de la Candelaria

jvicentegbethencourt@yahoo.es