"Canarias, tres veces más pobre que España", decía uno de los titulares de nuestra primera página de ayer. "Un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas concluye que el Archipiélago fue donde más se cebó la crisis desde 2006, cuando comenzó, hasta 2011. Mientras España se empobreció un 8 por ciento, las Islas lo hicieron un 21%". Casi tres veces más, como decíamos en el titular.

¿Quién es el culpable de esto? Depende. Si le preguntan ustedes, apreciados lectores, al necio político que preside el Gobierno de Canarias, les dirá que la culpa la tiene José Manuel Soria, o el Gobierno de España que preside Mariano Rajoy, o incluso -¿por qué no?- el editor de EL DÍA, pues parece demostrado que sentando en el banquillo a José Rodríguez se solucionan todos los problemas. Para los que no tienen sesos dentro del cráneo sino manteca -y que conste que la frase no es nuestra-, cualquiera es culpable de las calamidades padecidas por cientos de miles de canarios salvo quienes, en virtud del cargo que ocupan, tendrían que haber hecho algo por remediar tanta miseria.

Si acudiendo a un juzgado como demandado dejasen de pasar hambre los muchos niños que van a la escuela sin haber desayunado -o en el mejor de los casos pobremente alimentados-, tengan ustedes por seguro que el editor de EL DÍA se sentaría gustoso cada mañana en el banquillo, pese a que estar entre personas togadas no es lo más apetecible para él por mucho respeto que le merezcan los magistrados, fiscales y letrados. Sin embargo, y para desgracia del sufrido pueblo canario, ni el hambre, ni el paro, ni las muertes en las listas de espera sanitarias -a ver quién nos niega esos fallecimientos-, ni la emigración de los jóvenes, ni ese empobrecimiento paulatino de la población se solucionan con denuncias en los juzgados. Se solucionan quitándonos de encima el yugo colonial que nos somete desde hace casi seis siglos y también, no nos cansaremos de recordarlo, obligando a dimitir a un Gobierno regional formado por políticos incompetentes; personajes respetables en su vida privada, pero absolutamente inútiles como políticos. El más incapacitado es Paulino Rivero, pues también es culpable de que no avancemos con paso firme hacia esa independencia salvadora que tanto ansiamos los patriotas.

Rivero presume de nacionalista, al igual que muchos de sus "colegas" en Coalición Canaria, pero nunca ha pasado de falso nacionalista porque sus intenciones, al igual que las de sus compinches políticos, no son ayudar al pueblo sino ayudarse a sí mismo. Prueba de lo que decimos es el llamado aso Marín". "Los ganaderos palmeros no sabían que el exalcalde de Los Llanos beneficiado por el Gobierno canario en un concurso debía hacer las inspecciones", publicábamos también en nuestra primera página del jueves. Eso, y no el hambre de las criaturas indefensas -por no hablar de la miseria con la que tienen que malvivir sus padres- es lo que le preocupa al Gobierno de Rivero. Eso y mantener la Televisión Autonómica para que lo entrevisten con aire de político ilustrado -como si él tuviese alguna ilustración o cultura-, al igual que subvencionar a los periódicos que le ríen las gracias y también, como publicábamos ayer, entregarles 60.000 euros a dos sindicatos y otras tantas patronales canarias para sus "actividades institucionales". Para que acudan a reuniones, según se explica en la noticia al respecto. ¿Y de qué hablan en esas reuniones? ¿Del paro, del hambre, de la emigración forzosa de nuestros jóvenes? ¿Hablan por casualidad de que tenemos que hacer una declaración formal en el Parlamento de Canarias en la que se exija el inicio inmediato del proceso que ha de culminar en nuestra soberanía nacional? El Parlamento no dejará de ser un antro político mientras siga sometido a las leyes españolas que disfrazan como comunidad autónoma nuestra indigna e indignante situación colonial. ¿Para qué quieren ese dinero los sindicatos y las organizaciones empresariales?, volvemos a preguntarnos. ¿A qué restaurante de postín van a hartarse de jamón serrano y otras viandas después de reunirse? No perdemos la esperanza de que algún día caiga un rayo divino sobre estos sinvergüenzas políticos y arrase con todos ellos, porque Dios no solo cuenta las lágrimas de las mujeres como dice el Talmud de los hebreos; también está pendiente del llanto de los pobres y de los niños hambrientos.

Acabamos con apenas un par de líneas dedicado al tatarita de Las Palmas. Esperamos que la sentencia de la que tan ufanamente presume le permita pagar parte de la hipoteca antes de que lo desahucien a él y a su querindanga y también, de paso, para abonarle el dinero que les debe a los jóvenes deportistas tras ser condenado por mancillar su honor. Sin ánimo de ahogarle la alegría, y pese a que lo obtenido ha sido una ínfima fracción de sus aspiraciones, le adelantamos que recurriremos.