La historia termina en muchos casos siendo encubridora de la realidad. El pasado es tergiversado de acuerdo a una lógica contraria a la veracidad de los hechos. Quién no esté advertido de esta cuestión siempre confundirá la realidad con la ficción. Ya lo decía George Orwell (seudónimo del escritor y periodista inglés Eric Arthur Blair, 1903-1950): "quién controla el presente controla el pasado". El problema de la historia en manos oficiales es que su discurso se elabora sin la menor preocupación por la probidad de los hechos, en última instancia, lo que cuenta es la ideología y la propaganda; que en muchos casos, obedece a una estrategia imperialista y colonialista.

Es lo que ha ocurrido cuando España, encarnada en la Monarquía borbónica, nos ha contado su manipulada versión de la "idílica" aventura canario-americana, absolutamente indisociable salvando las distancias geográficas. Canarias, la primera y última colonia española en el mundo fue, sin duda alguna, el laboratorio donde se experimentó el terror como técnica perfecta de dominación. La cruel y genocida conquista de Canarias y de América, se disfrazó de "evangelización", cuando no de acción "civilizadora"; y mientras la historiografia latinoamericana, y la venezolana en especial, se ha dedicado a la glorificación de su pasado independentista (1810-1830), la canaria ha glorificado a los invasores, dando sus nombres a nuestras calles y plazas, para escarnio y oprobio del pueblo canario. Es el caso del gran traidor de Canarias, que tiene dos calles: una como Fernando Guanarteme, y otra como Artemi Semidán.

En ambas historiografías, la venezolana y la canaria (la presencia de canarios en la independencia de Venezuela es un hecho relevante), el mito y los héroes están por encima de una comprensión ajustada a los límites de una evidencia documental contrastable y sobre fundamentos críticos. El relato histórico sucumbe a una excesiva ideologización y/o españolización haciendo de la Historia un discurso oficial vinculado a la preservación del "statu quo"; en consecuencia, el pasado termina siendo una especie de "mentira encuadernada". Recuperar una visión donde se le pueda dar cabida a otros actores y testimonios anti-realistas es una necesidad perentoria para recuperar un pasado sobre fundamentos más justos y equilibrados. Y en este contexto historicista canario-venezolano, echamos de menos a verdaderos y auténticos patriotas canarios que "tomen el relevo" de sus antepasados, sobre todo, venezolanos.

Porque la gran tragedia del pueblo canario es que escribió páginas gloriosas en la historia de América, contribuyendo a la independencia de muchos países latinoamericanos y fundando ciudades inclusive (San Antonio de Texas, Montevideo, etcétera); y hoy, en pleno siglo XXI, sigue siendo incapaz de escribir su propia historia, y zafarse del yugo colonial borbónico-español. Ya que, si Venezuela tuvo a su José Domingo Díaz (1772-1843) y a muchos venezolanos que consideraban que su patria era la Monarquía de Fernando VII (ver artículos anteriores: "Memorial de Agravios" y "¿La Monarquía como Patria?"); Canarias tiene a su Paulino Rivero, más españolista que los propios españoles, y a sus correligionarios, los falsos nacionalistas de CC, cuya patria es la decrépita, decadente y corrupta Monarquía de Juan Carlos I.

Y mientras en Canarias los poderes fácticos y amplias capas de la sociedad siguen siendo "realistas" y, por extensión, españolistas; en la Venezuela independentista y, por tanto, republicana -que nos debía servir de ejemplo- existieron canarios de pro que hicieron oír su voz. Como los tres comerciantes isleños, el icodense Fernando Key y Muñoz y los hermanos laguneros Pedro y Juan Eduardo, fieles a la causa independentista.

Recuérdese que los canarios apoyaron en un principio los cambios políticos promovidos por la élite mantuana caraqueña; y todos los sectores sociales de origen isleño coincidían con la oligarquía criolla en su oposición al monopolio comercial español. Y es evidente, pues, que la Junta del año10 fue en realidad una ruptura, aunque se erigiese bajo el paraguas de los derechos de Fernando VII, secuestrado en Bayona. Así lo manifestaba un canario de la élite, Antonio Ascanio Franchi Afonso, partidario de la emancipación: "...Aún más, antes del principio del presente siglo se notaba una predisposición en la mayor parte de los venezolanos a revolverse contra la madre patria para sustraerse de su abominable e injusto sistema colonial".

Llegados a este punto, la conclusión final es obvia. Canarias tiene que acometer cuanto antes un doble proceso de descolonización: de España y de la Monarquía borbónica.

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