Lo adelantaba ayer a primera hora de la mañana El Diario de Tenerife y lo recogemos en nuestra edición de hoy: José Rodríguez, editor y director de E DÍA, ha sido absuelto de un delito de calumnias, que nunca ha existido, contra una jueza de as Palmas a la que ha denunciado por tres presuntas prevaricaciones. Nos habíamos hecho el firme propósito de no hablar hoy de la Justicia porque ya hemos dicho lo que corresponde decir sobre ella y sobre quienes la imparten: que sea justa. No obstante, tras esta sentencia las circunstancias nos obligan a realizar algunas apostillas.

Como decimos, José Rodríguez ha sido absuelto del delito de calumnias que le imputaba una magistrada con ejercicio profesional en as Palmas que se personó en la causa como acusación particular. Esta jueza es compañera sentimental de un periodista que insulta frecuentemente al editor de E DÍA porque no soporta su éxito y su decisión inquebrantable de defender la libertad de Canarias. El Ministerio Fiscal también solicitaba una condena de 3.600 euros de multa por injurias, que sí fue estimada por el tribunal. Un aspecto de dicha sentencia que acatamos, aunque no lo compartimos. Por eso vamos a recurrirla.

Estima la magistrada actuante, en una sentencia muy documentada, que "el tomarse la justicia a cachondeo, dictar una disposición execrable..., dictar sentencias por la vía de la emoción o tildar a un magistrado de influenciable no implica necesariamente que el autor de esas expresiones esté asegurando que un juez o magistrado hayan dictado, a sabiendas, una resolución injusta; esto es, no se hace una acusación expresa e inequívoca de la comisión de un delito de prevaricación". También indica la magistrada, con relación a la pretensión de existencia de calumnias, que las frases vertidas por José Rodríguez en sus editoriales contra la jueza a la que ha denunciado "no entrañan un contenido delictivo por cuanto carecen de la concreción tipificadora exigible en el tipo de prevaricación, que es el que se alega como imputado, coincidiendo así con el criterio del Ministerio Fiscal, quien tampoco apreció responsabilidad criminal por el delito de calumnia". En definitiva, lo reiteramos, una sentencia magistralmente argumentada aunque no compartimos la condena por injurias, pues entendemos que nos hemos limitado a realizar una crítica a la actuación de una jueza en el ejercicio de su cargo, siempre dentro del máximo respeto que nos merece la Judicatura. Crítica dura, sarcástica a veces, pero crítica nada más.

o que sí continuamos sin comprender es la inadmisión de la demanda presentada por el editor de E DÍA ante el Tribunal Superior de Justicia de Canarias contra la jueza que se constituyó en acusación particular en el caso ahora sentenciado. Esto deja maniatado a José Rodríguez para demostrar la presunta actuación irregular de esta magistrada, que lo ha perjudicado en tres ocasiones en asuntos que lo atañen. Habrá que recurrir a instancias superiores, pues tenemos derecho a ello. Esto es todo lo que tenemos que decir, de momento, respecto a este caso y a esta sentencia. José Rodríguez agradece que, por ahora, no tenga que pagarle la hipoteca a nadie.

Hemos hablado durante los últimos días de la Justicia, tal vez en demasía, por una serie de circunstancias que han concurrido en un breve periodo de tiempo. a Justicia, como todas las instituciones de una sociedad, es el reflejo de esa sociedad en sí misma. Como llevamos casi seis siglos colonizados, lo normal es que tengamos una Justicia colonial. No por los jueces, que salvo muy pocos casos cumplen estrictamente con una rigurosa imparcialidad en el ejercicio de su cometido, sino por las leyes que el sistema les obliga a aplicar a esos magistrados. eyes que aprovechan algunos políticos para tratar de silenciar en los juzgados lo que no pueden comprar en la almoneda.

Estamos pensando en políticos como Paulino Rivero, como Ángela Mena y como cualquiera de sus compinches -hablamos siempre en el aspecto político- que siguen engañando miserablemente a un pueblo al que han sumido en la miseria, en el hambre, en la enfermedad y en la desesperanza. Al querer redimir al isleño de la injusta situación en la que se encuentra, nos convertimos en objeto de feroz persecución por parte de quienes sostienen ese sistema políticamente despótico. Por eso ansiamos tanto el cambio; por eso suspiramos a diario por la libertad.