A cuenta del trabajo, he vuelto a ver las imágenes del Cholo Simeone tras la derrota de su equipo en la final de la Champions el año pasado. El Atlético estuvo por delante prácticamente todo el partido, pero en el minuto 93 el Real Madrid empató, y en la prórroga le ganó. He vuelto a contemplar la cara de jugadores y aficionados tras aquel intenso desgaste físico y el mucho sufrimiento en la grada. Rostros y gestos de una derrota amarga como pocas. Después de tanto intento y tanto esfuerzo, tanta frustración, tanta rabia y tanta pena. Dicen los futboleros que para el Atlético llegar a esa final fue una especie de milagro, y lo tuvieron casi por completo ahí mismo. Y no pudo ser.

Y recuerdo, cuando lo vi en directo, cómo me llamó la atención el gesto del entrenador levantando la cabeza de sus jugadores. Luego, en la rueda de prensa posterior al encuentro, dijo que lo que le daba tranquilidad en la derrota era sentir que habían hecho todo lo posible y que, a partir de ese momento, seguirían preparándose para continuar compitiendo.

Aunque se quiera, y se quiera con toda el alma y se haga todo lo posible, no siempre se puede. No sé cuántas veces habré oído el famoso "si quieres, puedes". No dudo que cargado de extraordinaria buena intención, pero incompleto. A veces puedes, y a veces no.

Acabo de leer un libro de Alfonso Alcántara titulado #Superprofesional (así, con el "hashtag" delante) que de vez en cuando me dejaba un instante absorta. Buen libro. Una fuente de aprendizaje y por eso lo comparto aquí. Uno de los epígrafes que él titula "Optimismo. Si quieres, puedes. O no" es, desde mi punto de vista, esclarecedor en este sentido. El autor se declara un "crítico del optimismo representado por esta idea: ¿si piensas que te irá bien, te irá bien?". Para acompañar su reflexión aporta datos estadísticos publicados en El País. "Solo el 7% de las personas criadas en hogares con escasez logra una vida holgada". "Los hijos de padres con escasa formación tienen doble riesgo de ser pobres, según la Encuesta de Condiciones de Vida que realiza la Unión Europea".

Lo leí y me sugirió: ¿cuánto pesan en el "quiero" las circunstancias, el respaldo económico, afectivo, social, cultural? ¿Cuánto pesa la salud o el cansancio? ¿Cuánto pesa, incluso diría yo, hasta la propia inteligencia, la capacidad para darse cuenta de cómo son las cosas en realidad y las posibilidades auténticas que están al alcance de cada persona? ¿Cuánto pesa lo bien que "juegan" los demás?

Alcántara afirma que "atribuir a la voluntad individual los éxitos o fracasos propios sin considerar las experiencias y situaciones previas es una práctica que genera expectativas, culpabilidad y frustración". Qué cierto es que la espantosa crisis refleja como ninguna otra esta verdad. Querer no siempre es poder. A las personas no siempre nos arropan las circunstancias, no siempre el viento sopla a favor.

Querer, tal y como yo lo entiendo, significa seguir en el intento, y para eso, seguir aprendiendo, indagando, rectificando, preguntando, pidiendo ayuda, orientación, consejo. Seguir confiando en lo que uno vale, pero seguir también con el "entrenamiento". Seguir dando pasos, seguir haciendo, seguir reenfocando, buscando, trabajando.

Algunas veces se cosechan derrotas, o sencillamente no se cosecha nada, porque no ha podido ser. No ha sido por falta de ganas, de empeños, de esfuerzos. Ha sido porque otras variables, que no controlamos, entraron en juego y nos hicieron perder. Con el paso del tiempo voy comprendiendo que "no siempre se puede", y que aceptar la frustración se acerca más a la madurez.

@rociocelisr / cuentasconmipalabra.com