En turismo, como en casi todas las materias importantes de la vida, siempre es aconsejable intercambiar impresiones con los que más saben; por mucho que uno crea que domina la materia, siempre se puede aprender un poco más.

Precisamente hará pocas fechas mantuve una charla muy interesante con un hombre que conoce a la perfección la industria turística, gracias a sus estudios y preparación y, sobre todo, a su larga experiencia en los mejores hoteles del mundo. Me refiero a mi buen amigo Miguel Ferreres, buen conocedor de la zona mediterránea, especialmente Túnez y Egipto, y que ahora dirige con mano maestra el Meliá Gran Palacio de Isora en el Sur de Tenerife.

Casualmente, y antes de que se conociera la noticia oficial del cambio de criterio por parte de la administración de que, por fin, se puedan celebrar ceremonias nupciales en nuestras playas, estuvimos charlando de ello; en el sentido de que era una lástima, dada la gran demanda que existe sobre las celebraciones de distintos tipos de eventos en las playas de nuestro litoral, el hecho de que en Canarias no se pudiera aprovechar este inmenso filón que supone para nuestra imagen y para nuestra economía, como de hecho se hace en muchos lugares del mundo. El caso, le expliqué, es que hará algunos años se celebraban bodas, cenas románticas, conciertos y otros tipos de eventos siempre con una gran afluencia de público, pero sin saber muy bien por qué se prohibió. Pero ahora parece que se apunta a la posibilidad de "abrir de nuevo la mano" a la eventualidad de disfrutar de una cena romántica contemplando una puesta de sol o celebrar tu propia boda arropado por los amigos y la brisa del mar. Eso esperemos.

Pero también hablamos de España, en general, y de Canarias, en particular, como un destino que cada día está más consolidado por su competitividad y su buen hacer en materia turística. De hecho, el World Economic Forum (WEF) acaba de publicar su índice mundial de competitividad, donde España, entre un total de 141 países evaluados, ha pasado a liderarlo por primera vez, aunque con algunos matices. Entre las fortalezas se destaca de "España como destino turístico" su seguridad, comodidad, por supuesto el clima, sus infraestructuras y conexiones viarias, el funcionamiento de sus servicios públicos, la gastronomía y riqueza cultural, destacando, sobre todo, quien lo diría, las búsquedas "online" del ocio.

En cambio, encuentran trabas, defectos o más bien puntos débiles de nuestra competitividad -que, por supuesto, son muy opinables- en el precio de nuestros servicios, que a muchos les parece caro; aunque los alojamientos, la calidad y el buen servicio que se presta en general en nuestro país, comparado con lo que se ofrece por ahí fuera, es muy pero que muy discutible. También apuntan a la falta de formación y especialización de nuestros trabajadores; a las pocas facilidades que damos para los negocios, en el sentido de que ponemos demasiadas trabas burocráticas a la hora de que los emprendedores pongan en marcha cualquier empresa, y en esto hay que darles la razón, ya que el hecho político de la configuración del Estado de las Autonomías ha propiciado un sistema jurídico y administrativo complicado, disperso, distinto e ineficiente que va en contra de la deseada legislación armonizada que debería existir en el ámbito nacional.

No obstante, y como me decía mi amigo Miguel Ferreres, vamos por el buen camino, y el mero hecho de que España haya podido capear los distintos conflictos políticos-bélicos-terroristas que vienen afectando a muchos de nuestros competidores más directos hace de España, al menos por ahora, un destino más seguro -toquemos madera-, lo que nos proporciona un plus de fortaleza que refuerza nuestra imagen y nuestro potencial como líder turístico en el ámbito mundial.

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