Michael Phelps, el deportista que tiene veintidós medallas olímpicas -dieciocho de ellas de oro- quiere volver a competir. Tenía entendido que después de los Juegos de Londres de 2012, su intención era dejar la competición. Pero no, se está preparando para lanzarse de nuevo a la piscina. Es el hombre que ha ganado más medallas olímpicas, su botín ya le avala como el mejor nadador de todos los tiempos. ¿Quiere más medallas? Un reputado entrenador norteamericano llamado Jon Urbanchek dice que Phelps todavía puede nadar muy rápido, pero que no necesita más medallas de oro. Que "su motivación es disfrutar del deporte y atraer la atención del público hacia la natación". Y añade, "se le ve maravillosamente bien en el agua".

La carrera deportiva de Phelps tiene altibajos que, al tratarse de un nadador tan inmensamente reconocido, adquieren una notoriedad gigantesca. Ahora que he leído que está decidido a participar en los Juegos Olímpicos de Río, he sabido que en el año 2014 fue detenido por conducir al doble de la velocidad permitida y que su tasa de alcohol en la sangre casi duplicaba también la permitida. Total, que Phelps tocó fondo ese año y, al parecer, él mismo anunció en Twitter que se retiraba durante un tiempo para cuidarse a sí mismo. El caso es que la federación estadounidense de natación lo sancionó con seis meses de suspensión y no le permitió participar en los Mundiales de Natación que se celebraron el verano pasado.

"Si tengo que volver, lo tengo que hacer bien. Tengo que conseguir que mi cuerpo vuelva a estar en la mejor condición física", transcribía una periodista su conversación con Phelps después de que este atravesara el periodo de rehabilitación. Y aunque no le dejaron estar en los Mundiales, sí participó en unos campeonatos americanos que se celebraban al mismo tiempo. Pues fue al mismo tiempo, en ese mismo mes de agosto, cuando consiguió la mejor marca mundial del año. O sea, que nadó más rápido que los que competían en los Mundiales y confirmaba, aun sin estar, que sigue siendo un número uno en la piscina. A la periodista le dijo: "Estoy contento conmigo mismo".

Cuando en Londres deslumbró al mundo con su poderío de récords, recuerdo algunos reportajes que trataban de desvelar el secreto de la gesta, y uno concretamente que recogía, con cierta poesía, una técnica de entrenamiento: visualizar el estilo ideal de natación antes de irse a la cama. "Un riguroso ejercicio mental en el que se imagina cómo se desliza y se mueve al ritmo de las olas por el agua a tiempo real, brazada a brazada". "Todas las noches nada en la oscuridad", contaba la noticia, y al día siguiente "hace lo mismo en la piscina nadando con sus gafas pintadas con rotulador negro". "Desde luego es un poco raro", según explicaba Phelps. Lo hacían así "para sentir realmente la brazada". Ya en aquel tiempo reconocía sus avatares, pero se aferraba a un "confío en mí mismo y estoy feliz". E insistía: "Llevaba mucho tiempo sin sentirme así. Me siento feliz en el agua".

Francisco Mora es un catedrático de Fisiología Humana del que conservo algunos artículos. A mí, que de Fisiología Humana no entiendo nada, sus explicaciones científicas acerca de cómo aprendemos en la etapa de la niñez me resultan de lo más convincentes. Así que cuando le oigo decir que solo se puede aprender bien aquello que se ama, tiendo a pensar que ese mismo motor es el que luego, ya adultos, también nos acompaña.

Quizás por eso el nadador renueva una vez más su compromiso, o su esfuerzo, o sus ganas. Quizás no haya más truco que encontrar lo que se ama.

@rociocelisr

cuentasconmipalabra.com