Howard Gardner afirma rotundo: "Las malas personas no pueden ser profesionales excelentes". Aún más: "No llegan a serlo nunca". Y el periodista de La Vanguardia que le entrevista le replica con sorna: "A mí se me ocurren algunas excepciones...". Pero el científico de Harvard, descubridor de la Teoría de las Inteligencias Múltiples, le responde con datos en la mano. "Inicié un experimento, el Goodwork Project, para el que entrevisté a más de 1.200 individuos"(...)"Lo que hemos comprobado es que los mejores profesionales son siempre excelentes, comprometidos y éticos".

En las nuevas teorías del liderazgo y la gestión de los equipos de trabajo hay una expresión que, no solo por reiterada, me llama mucho la atención y es esta: "desarrollo personal y profesional". Cada vez que se hace referencia a un plan estratégico o a un proyecto de formación que propone ámbitos de mejora para ser más competitivos, más eficaces, para ser excelentes en definitiva, se insiste en esta idea. Y ambos términos "personal" y "profesional" aparecen de la mano. Digamos que, de entrada, se reconoce el crecimiento de un individuo en el ámbito profesional si lo acompaña en la misma medida otro crecimiento en aspectos muy personales.

La forma de organizar el trabajo que se abre paso en medio de nuestra revolución digital va apoyándose mucho más en personas profesionales que en profesionales a secas. El Foro Económico Mundial es una fundación sin ánimo de lucro que se reúne anualmente en el Monte de Davos, en Suiza, y allí, líderes mundiales, empresariales, científicos, periodistas..., analizan problemas globales apremiantes. Seremos testigos -dicen- durante la próxima década, del cambio tecnológico más extraordinario y rápido de los últimos cincuenta años. "Los avances en todas las ciencias, desde la robótica y la genética a la comunicación y las ciencias sociales, no dejarán ningún aspecto de la sociedad global sin tocar". En el ámbito laboral -según calculan- en los próximos cinco años tendrá lugar una revolución sin precedentes porque el salto de la inteligencia artificial trastocará el empleo mundial.

Si te interesa, hay abundante información sobre el último informe del Foro de Davos 2016 basado en el dominio de la cuarta revolución industrial y su larguísima sombra. Lo que quiero destacar aquí es el apartado en el que se refiere a las habilidades más demandadas para los profesionales del futuro. Que dicho así da la risa porque ese futuro lo establecen en 2020, o sea, ya. Entre esas competencias, las tres primeras tienen que ver con la capacidad de resolver problemas complejos, pensamiento crítico y creatividad. Le siguen, gestión de personal, coordinación con otros trabajadores e inteligencia emocional. Y así hasta un total de diez. Todas, a mi modo de ver, tienen esa mezcla sutil e indiferenciada de fibra personal y conocimiento técnico. No solo conocimiento técnico.

Por eso, -entiendo- el plus de excelencia que buscan las organizaciones para competir está en la persona misma, en su capacidad para crear, para entender y hacerse entender; para adaptarse, ser flexible o pensar por sí misma; para escuchar, negociar y acordar; para ponerse realmente en el lugar de los demás y cooperar; para innovar, para servir, para inspirar.

Por eso, no se puede ser excelente como profesional y un mal bicho como persona, como preguntaba con inteligencia el periodista a Gardner. Porque la excelencia, que es lo que buscan las organizaciones, las empresas, las compañías de ese futuro de pasado mañana, no se alcanza, dice el científico, "si no vas más allá de satisfacer tu ego, tu ambición o tu avaricia. Si no te comprometes con objetivos que van más allá de tus necesidades para servir las de todos". "Sin ética puedes llegar a ser rico o técnicamente bueno, pero no excelente".

@rociocelisr

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