Ando envuelta en la lectura de un libro que me autorregalé hace unos meses y que me atrapó por la carátula robusta y decorada, por la tipografía, por el rojo brillante del canto de las páginas, por la delicadeza de las ilustraciones..., hasta por su tamaño grande y pesado. Ese marketing tan estudiado en las ventas que me atrapó. Es la edición completa de Alicia, de Lewis Carroll, en una nueva reimpresión. Una más en los ciento cincuenta años de reimpresiones de este libro tan antiguo. Y tan conocido incluso entre quienes no se han zambullido en sus páginas. El autor del prólogo de esta edición explica que en ocasiones se ha dicho que los libros de Alicia han sido "el origen de toda la literatura infantil posterior". No sé si será así, pero este libro no me parece que sea solo cosa de niños.

El relato es trepidante y a la protagonista del cuento -como se sabe- le ocurren, una tras otra, cosas disparatadas y sin embargo, algunas de las cuales cargadas de sentido. En uno de los episodios que narra, la protagonista va buscando una salida cuando de repente, se sorprende al ver a un gato que sonríe ampliamente, sentado en la rama de un árbol. Para continuar con conversaciones imposibles, Alicia le pregunta al gato: "¿Por favor, podría indicarme qué dirección he de seguir? "Eso depende -le contesta el gato- de adónde quieras ir". "No me importa el lugar...", dijo Alicia. "En ese caso -responde el gato-, tampoco importa la dirección que tomes". Me sorprende la intensidad de este diálogo en un libro que no digo que no sea infantil, pero que no es solo para gente menuda.

Los deseos y los quereres, o cuánto importan. Esto me sugirió a mí.

Pilar Jericó es una experta en liderazgo y gestión del talento que sigo con interés, con experiencia en la innovación de más de doscientas cincuenta organizaciones de Europa y Sudamérica. Hace unas semanas ha publicado un libro en Alienta Editorial titulado "¿Y si realmente pudieras?", en el que aborda el poder de la determinación y qué la sostiene. Qué es lo que hace que alguien encuentre la dirección de salida y no solo toque un sueño, un propósito, con la punta de los dedos sino que lo abrace y lo estreche firmemente. En uno de los epígrafes cuenta cómo el ascenso al Everest era una "cuestión nacional en la Inglaterra de principios del siglo pasado". Por eso, -explica- "no es de extrañar que muchos escaladores quisieran ser los primeros en coronar la cima del mundo y que recogieran fondos para un desafío tan elevado (en todos los sentidos)". Entre esos aspirantes figuraba George Leigh Mallory que, mientras buscaba financiación en América para su objetivo, fue interrogado por los motivos. Despertaba una enorme curiosidad qué podía mover a una persona a escalar los casi ocho mil ochocientos cincuenta metros que tiene esta montaña. El texto recoge la escueta entrevista así: "Señor Mallory, ¿por qué quiere subir al Everest? Porque el Everest está ahí". La escritora la describe como "una respuesta muy británica" que traducida a un lenguaje de la calle sería "porque me da la gana". Cuando se tiene claro el deseo y la convicción -dice- no hay que dar muchas explicaciones.

En medio de la multitud de títulos que se expresan desde la afirmación, Pilar Jericó hace su propuesta desafiante, retadora, desde la interrogación, como esperando solo la respuesta íntima y personal que cada cual pueda dar.

Desear y estar convencido de querer. Y antes, según yo lo veo, saber qué desear o no desear, qué querer o no querer. Lo que parece claro es que no es posible avanzar sin destino y sin dejarse la piel.

@rociocelisr

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