La vejez consiste básicamente en que cuando se cuenta algo uno recuerda haber estado ahí. Aún tengo vaga memoria de una viñeta publicada en la prensa local donde dos magos canarios hablaban. Y uno le decía al otro: "Oye, que me dicen que han soltado trescientos políticos en Las Cañadas del Teide". Y el otro mago le respondía: "Muflones, Pancho. Muflones".

Entre el batiburrillo de las noticias de esa semana, hemos podido leer que se ha detectado la presencia de muflones en la isla de La Gomera. Y dicho así, la noticia parece sorprendente. Porque si las autoridades no han importado a estos animales para soltarlos en los montes de la isla colombina, ¿cómo demonios han llegado hasta allí? Descartado que se hayan colado entre el pasaje de Fred Olsen -porque un muflón no es fácil que pase desapercibido- ni que hayan cubierto a nado la distancia entre las dos islas, porque no se conoce que los muflones tengan un David Meca entre sus filas, lo lógico es que alguien haya importado algunos animales. Mejor digamos un par, por lo de procrear.

Las islas están llenas de especies invasoras. No se lo tomen como un reproche a los congéneres que atienden en varios idiomas en los hoteles indígenas a los turistas, sino como una constatación de que tenemos plantas y animales foráneos que también están prosperando en nuestros frágiles ecosistemas. Hay especies, como el castaño, la higuera o el plátano, que ya estaban antes que los canarios actuales. No seamos estrechos. Pero hay otras mucho más recientes, como el famoso rabo de gato, que adquiere el carácter de plaga. Y en cuanto animales, la lista de bichos que pululan por nuestra tierra es tan larga que asusta: mosquitos, arañas, mariquitas, hormigas, chinches, milpiés, orugas, picudos rojos, cangrejos, peces, sapos, ranas, tortugas, lagartos...

Uno se lee la lista y da la sensación de que los barcos que llegan aquí son una especie de arca de Noé que acaba desembarcando el pasaje para que se expanda por nuestras islas. Igualito que lo de los aeropuertos, pero en el ámbito del reino irracional. La culebra real de California, por ejemplo, se ha convertido en un verdadero problema en zonas rurales de Gran Canaria, donde sin enemigos naturales ha prosperado hasta el punto de que los expertos consideran que resulta imposible erradicarla.

El caso de los muflones, sin embargo, es peculiar. Porque a estos animales los trajimos los propios canarios para soltarlos en nuestros montes en un espectacular ejercicio de incultura científica. Después de eso y en varias ocasiones se ha dado la orden de exterminarlos de muy variadas maneras. Pero el bicho ha demostrado una capacidad de supervivencia que para sí quisiéramos otras especies. A pesar de ser cazado, disparado, perseguido, acorralado y declarado extinguible, no sólo sigue corriendo por el Teide, sino que ha sido capaz de invadir La Gomera. Un par de años más y los muflones terminarán montando hoteles. La historia de las especies invasoras siempre se repite.