Desde que estaba preparando la documentación para el libro que recientemente presenté en torno a la biografía de uno de nuestros marinos más ilustres, Tomé Cano, vecino de Garachico y nacido en 1545, se me venía una urgencia a la cabeza: ¿cómo es posible que la trayectoria vital de este singular ingeniero y tratadista naval se haya desvanecido de tal modo que apenas se aporte noticia de él tecleando su nombre en Google?

Es triste que el rastro de su memoria sólo quede vinculado a una zona muy popular de nuestra capital, Santa Cruz de Tenerife, en la que concurren muchas personas debido a que allí mismo podemos encontrar entidades de sobra demandadas por la población: un centro de salud, una oficina de empleo y la Jefatura Provincial de Tráfico. Y en este punto nos preguntamos, ¿no sería de recibo erigir un busto o escultura (en Santa Cruz o en Garachico) que recordara la huella de este insigne navegante, autor del tercer tratado sobre ingeniería naval impreso en el mundo?

La idea la dejamos sobre la mesa explicando de forma resumida, en las siguientes líneas, por qué Tomé Cano debería ocupar un lugar mucho más laureado en la Historia de Canarias y en la Historia de la Construcción Naval.

Tomé Cano fue capitán de número de la Carrera de Indias, armador y consejero de guerra, pero también vivió del comercio y del transporte, adelantándose a muchos en innovación por su agudo sentido de la observación y por la aplicación de avanzadas técnicas constructivas con el fin de controlar y hacer más navegables los buques de la época.

Toda esta experiencia la compiló en su libro "Arte para fabricar, fortificar y aparejar naos de guerra y merchante" (1611). Obtuvo nombramientos como diputado de la Universidad de Mareantes, miembro de la Cofradía de Mareantes de Sevilla, ciudad donde residió gran parte de su vida, capitán ordinario del Rey y escribano de la Hermandad de Mareantes del convento de San Francisco de Veracruz (México).

Al capitán Cano siempre se le pedía consejo antes de emprender viajes complicados, pues conocía al detalle cómo se debía construir un buque con unas garantías de maniobra y resistencia, aportando el cálculo exacto de eslora, manga, longitud de mástiles, lastre y otras medidas. Bajo el auspicio de Felipe III, también asesoró a marinos que emprendían rutas prácticamente ignotas para la cartografía y que representaban accesos estratégicos para el control de los trayectos comerciales.

Tal es el caso de la expedición de los hermanos Nodal al estrecho de Magallanes en 1618. En 1588 Cano también tomó parte en un conocidísimo hecho de armas, ya que se unió a la empresa de la Armada Invencible sobre la Inglaterra de Isabel I, embarcando en la escuadra andaluza al mando del almirante Pedro de Valdés (dato hasta ahora inédito en los trazos biográficos del tinerfeño).

A partir de la restauración de un legajo fechado en 1589 que custodia el Archivo General de Indias, documenté por primera vez cómo Cano y parte de la tripulación de su nao, "San Juan de Gargarín", pudieron salir del peligroso trance sorteando el fuego de los galeones ingleses y las tormentas del Mar del Norte, violentas tempestades que arrojaron a los acantilados irlandeses a buena parte de la Grande y Felicísima Armada. Cano consiguió conducir su deteriorada nave por más de 4.000 kilómetros, desde Irlanda hasta el puerto de Santa Cruz de La Palma, llegando a tierra con sus bodegas anegadas.

Todo ello lo cuento en el libro "Tomé Cano, capitán y escritor en la época de los galeones", una investigación solicitada por SoloCanarias, empresa de transporte, maduración y distribución de plátanos que tiene su sede actual en Sevilla.

*Profesor de la Universidad

Europea de Canarias