Hoy relatamos una repetida aventura municipal sufrida por un conciudadano que, ingenuamente, quiso introducirse en el mundo de los emprendedores pensando con las formidables ayudas que iba a recibir desde nuestro bienamado Ayuntamiento del Chicharro. No se imaginó nunca la cantidad de cautivadoras sorpresas con las que iba a tropezarse hace cuatro meses al querer invertir (él es un inversor) en instalaciones deportivas. Como es norma de la iniciativa privada, realizó un estudio de mercado y se encontró con que Santa Cruz carecía de instalaciones privadas para uso público. Las que hay pertenecen a clubes privados. Más tarde investigó las públicas, comprobando, no sorpresivamente, que casi todas estaban en un estado ruinoso. Visitó, entre otros, los parques deportivos de los barrios de Ofra-Chimisay y Cuchillitos de Tristán, y, a la vista de que el primero de los citados, además de estar destrozadas las pistas deportivas, las vallas, el alumbrado, vestuarios, los caminos de tierra destrozados por las dos últimas inundaciones..., pensó que si se sacaba a concurso público las reparaciones y explotación por alguna empresa privada no sólo se podrían crear diez puestos de trabajo en cada una de ellas, sino que se podrían recuperar las instalaciones y disfrutarlas los vecinos de los barrios.

Como indicamos, hace cuatro meses instó una cita con el alcalde para exponerle esta idea, y colisionó, inevitablemente, con el protocolo municipal, que consiste en derivar las solicitudes de entrevistas con el primer edil a los concejales correspondientes. En un principio trató de contactar con la Concejalía de Urbanismo y, al exponer el tema, lo desviaron a la concejala de Deportes, Verónica Meseguer, quien, después de tres semanas de espera, el día que se había concertado para una cita decide entregar unas medallas a los policías, por lo que al atribulado inversor lo recibe el gerente de Deportes, Jorge Bercedo. Este, naturalmente, le comunica que el tema no le corresponde y lo remite al concejal de Obras, que, a su vez, manifiesta que el asunto corresponde al concejal de Patrimonio Municipal, José Alberto Díaz-Estébanez. En Patrimonio confiesan que ignoran si hay dotado presupuesto para el mantenimiento de estas infraestructuras, por lo que la secretaria aconseja ponerse en contacto con el concejal del Barrio de Ofra-Chimisay, Dámaso Arteaga, quien, en un alarde de funambulismo (es un experto, como sus colegas), lo devuelve a la misma secretaria, que lo cita para una entrevista. Pero, cosas del colosal trabajo que se desarrolla en la Casa de los Dragos, media hora antes el inversor protagonista de este artículo recibe una llamada que anula el encuentro, pues había surgido un tema posiblemente más importante.

Este inversor, pues, lleva cuatro meses tocando en las puertas del Ayuntamiento de Santa Cruz para invertir su dinero, crear como mínimo veinte puestos de trabajo, ayudar a que los vecinos puedan practicar deportes al aire libre en unas instalaciones que, hoy por hoy, se están cayendo, además de desprender un olor parecido al que nos tenía acostumbrados la refinería, mezclado con el que despiden los excrementos de los animales que llevan los vecinos a pasear.

No quiere nuestro amigo comentar el tema del complejo de Cuchillitos de Tristán porque lo gestiona desde hace muchos años, afirma, la asociación de vecinos sin haber salido a concurso público. Por supuesto, los usuarios deben pasar por caja para acceder a dichas instalaciones.

A la vista de las penosas actuaciones de determinados políticos que se sientan en las dependencias municipales que pagan todos los chicharreros, surgen varias preguntas: ¿se construyen unas instalaciones deportivas con dinero público para abandonarlas?; ¿se tiene dotación presupuestaria para su mantenimiento?; ¿son los vecinos quienes deben disfrutar de esos servicios o estos se han construido durante distintas elecciones para salir en la foto? Habrá que considerar lógico, por tanto, sacar a concurso público la puesta a punto con la inversión necesaria, gestión y explotación por una empresa privada que únicamente cobre a los vecinos precios populares.

Parece claro, también, que el administrado tiene la impresión de que en el propio Ayuntamiento no se sepa a qué concejalía pertenecen algunas instalaciones municipales..., y tantas otras cosas. Salvando las distancias, ahí tenemos bien cerca el inicio del juicio de Las Teresitas, un caso único en la historia de los pelotazos donde saldrán a la luz las competencias que cada cual tenía en el Consistorio en aquellos tiempos. Puede ocurrir que a este inversor se le termine la paciencia y que traslade sus inquietudes crematísticas a otros municipios donde no lo traten del "tingo al tango".