Parece sacada de la ficción más distópica de George Orwell. Como si fuera un parque temático del armagedón, uno al caminar por ella tiene que sortear desde perros a gatos, a cual más destartalado, pasando por todo tipo de roedores. Y ojo, me he encontrado con ratas a las que hay que tratar de usted. Es una vía oscura y con personajes de lo más siniestro. Paralela a la Rambla bajando por el cuartel de Almeida, lo que fue la finca de Fumero es hoy la oficina de decrépitos aparcacoches, todos ellos candidatos al premio a la mejor caracterización por "The walking dead". Hoy la caminan multitud de niños acongojados. Cuando no sortean los exabruptos de algún gorila de color, se topan con los ilustres amigos del tetrabick de vino, que han encontrado allí una vía para sacar dinero encajando mil vehículos cada jornada; eso sí, mientras aflojan la tripa y les soplan sus efluvios a los transeúntes retrotrayéndonos a un ambiente totalmente medieval.

Pocos metros más allá, en la trasera de un edificio en ruinas que se está viniendo abajo, se reúnen grupos de jubilosas quinceañeras para jugar partidas de cartas. Es algo insólito, un lugar sacado de la cabeza de cualquier escritor dispuesto a imaginar un futuro de desastre. Lo que habita al bajar a chola la calle de Alejandro Cioranescu, en contraposición con la Rambla, es el cuarto mundo en contraposición con el primero, y esas bolsas de pobreza son cada vez más visibles.

@JC_Alberto