Paco de Lucía tocaba la guitarra horas, horas y horas. Así fue desde que era niño. En un documental que realizó su hijo, Curro Sánchez, el guitarrista explica que siendo tan pequeño no tuvo que "aprender las bases del ritmo intelectualmente". Eso era algo "inherente" a él; lo había oído como el que oye hablar. Para él, ese sonido "era tan familiar como entender las palabras que decía la gente". Su padre le transmitió el amor al flamenco. Lo que tuvo que añadirle este músico prodigioso a eso que era "inherente" fueron toneladas de horas abrazado a la guitarra y un deseo irrefrenable de seguir descubriendo sonidos nuevos.

En el documental, él mismo cuenta que para interpretar el Concierto de Aranjuez estuvo un mes tocando doce horas diarias. Con extraordinaria sencillez explica que tenía terror a equivocarse en algo "tan bien organizado, tan bien engranao". Dice que estaba muy tenso pero que aun así lo hizo porque "desde la perspectiva del flamenco había otra manera de expresar ese concierto".

He leído que Paco de Lucía se interesó por el blues, la música hindú, la salsa o el jazz. Y así va buscando y encontrando nuevas formas de crecer, de interpretar mejor con la guitarra. "De cada encuentro -explica- saco una lección vital y artística, algo que aún me sorprende". Por lo visto, preguntaba a los músicos de jazz cómo se improvisaba "no porque se aburriera del flamenco, sino porque quería llevar el concepto de esa armonía a su terreno e investigar desde ahí". En este documental que te cuento supe que "Entre dos aguas", esa "rumbita" que le dio fama universal, la grabó junto a sus músicos de forma improvisada por primera vez en su carrera, a la manera de los músicos de jazz.

Los textos que voy viendo hablan de uno de los más importantes guitarristas de todos los tiempos. El jurado de los premios Príncipe de Asturias le reconoció como un músico de dimensión universal por su capacidad de "trascender fronteras y estilos". Al parecer, le daba vergüenza que le titularan como "guitarrista universal" y por eso se definía como flamenco. Siempre me admira la humildad con la que se expresa gente que es grande (y que seguramente por eso, es grande). Me gusta cómo lo recogía el texto del Príncipe de Asturias: "Todo cuanto puede expresarse con las seis cuerdas de la guitarra está en sus manos". Claro que para alcanzar esa excelencia de improvisación, ya sabemos que este artista excepcional seguía acumulando horas de guitarra. El genio de la guitarra tocaba todos los días, si dejaba de hacerlo, lo notaba.

Malcolm Gladwell es un periodista y sociólogo canadiense que revisó la historia de personas que sobresalieron e hizo un cálculo de lo que significa convertirse en genio. Tras su exploración llegó a la conclusión de que las personas "fuera de serie" no han nacido con un genio especial, sino que trabajaron miles de horas. Diez mil horas -afirma- son necesarias para alcanzar la maestría, y esto puede aplicarse a cualquier desempeño.

El pedagogo español Jose Antonio Marina va mucho más allá cuando dice que no se trata de la mera repetición de una actividad, sino más bien de un aprendizaje profundo que hace posible la mejora continua. "Este es un mensaje optimista que nos da la neurología", añade. "El talento no está antes, sino después de la educación. Se puede generar mediante la educación y eso es lo que le da una importancia tan absolutamente vital".

Que no hay, entonces, genio improvisado. Que lo que hay son miles de horas de trabajo. Que lo que hay es un entrenamiento y un esfuerzo personal bien gestionado.

@rociocelisr