Como ya bien avisó el certero verbo de Echenique, secretario de organización de Podemos, con los compañeros que no funciona el amor se utiliza la segadora. Estas son las nuevas reglas del centralismo democrático, que para algunos en vez de un asalto al cielo se ha convertido en un descenso a los infiernos.

Es verdad que para funcionar como partido político es necesario instalar jerarquía. Incluso aunque ese partido haya nacido de los movimientos ciudadanos y asamblearios. Pero, coño, al menos se deberían guardar ciertas apariencias. Ni todos los Vistalegres del mundo ni diez mil troncos conversando con Pablo Iglesias (antes de terminar en la chimenea) pueden arreglar la penosa sensación de férreo estalinismo que se desprende de los últimos desaciertos de Podemos en Canarias.

El partido de Iglesias desembarcó en las Islas con una alianza estratégica con Sí se Puede. Parecida a la que sustanció en Galicia con las Mareas o en Valencia con Compromís, por poner sólo dos ejemplos. Pero debe ser que esto de la ultraperiferia imprime carácter. De tontos, mayormente. Porque mientras en otros territorios peninsulares las confluencias se mantienen (eso sí, después de muchos conflictos), en Canarias terminaron pidiendo a la gente de Sí se Puede que se disolviera para integrarse como militantes en Podemos. Eso ya de entrada es confundir las pencas con los plátanos, porque si algo tiene Sí se Puede es una profunda convicción nacionalista y, por lo tanto, muy poca predisposición a que alguien ejerza de godo diciéndole lo que tiene que hacer.

La que hay liada por tanto en las Islas es que Sí se Puede ha decidido no sólo no disolverse, sino potenciarse. Las represalias no se han hecho esperar. Donde no hay amor hay cuchilla para acabar con las "malas hierbas". Una de ellas es Juan Manuel Brito, vicepresidente del Cabildo de Gran Canaria, al que han sometido a un vía crucis de putadas finas que han terminado con su expulsión de Podemos, aireando un supuesto pucherazo en las elecciones internas de Podemos, ocurrido allá atrás, cuando ganó su candidatura al Cabildo.

La segadora, además, se llevó por delante a un consejero de Podemos del Cabildo de La Palma, Dailos González, al que le cayó la del pulpo -también con expulsión- porque decidió prescindir de la inestimable colaboración de un asesor, un cargo de "su" confianza que resultó ser más de la confianza de la secretaria general del partido en Canarias. El asesor cesado, por cierto, era la pareja sentimental de la señora que iba segunda en la lista de la candidatura de Podemos al Cabildo. Pero no es nepotismo, enchufismo ni vieja política. No, amigos. Eso es amor. Que es lo que se respira en Podemos. Mucho amor y mucho olor a hierba cortada.

Al hilo de estos follones, y "casualmente" sin duda, se filtraron a los medios unos pantallazos de whatsapp de un teléfono móvil donde aparecen correos de Meri Pita arremangándose los pantalones para meterse en el charco de crearle ciento y pico direcciones de correos a otros tantos inmigrantes saharauis en Fuerteventura para meterles en las votaciones a su candidatura. O sea, los habituales y comunes apaños de toda la vida (en este caso engordar el censo de militantes afectos), pero que en el caso de Podemos dejan en muy mal lugar a quien tan puritanos han sido en sus acusaciones a los demás.

Lo peor es que los dirigentes de Podemos en las Islas no están sabiendo gestionar el conflicto generado en torno a esta escandalera. Sí se Puede ha decidido dar la batalla en los medios con fortísimas críticas al aparato del partido de Iglesias en Canarias y, al mismo tiempo, tendiendo la mano para reconducir el conflicto. O sea, una de cal y una de arena. Pero la reacción de la cúpula dirigente de Podemos ha sido la de matar al mensajero y arremeter contra periodistas críticos y medios de comunicación. Algo tan casposo y viejuno que casa muy mal contra quienes nacieron precisamente bajo el paraguas de unos medios de comunicación que -entonces sí- fueron alabados como los mejores aliados del crecimiento de ese joven partido. Pero lo que antes era bueno hoy es malo. El romance con los medios se ha roto en cuanto llegaron las primeras inclemencias meteorológicas. Parece que tampoco hay amor en Podemos para las críticas "hostiles". Menos mal que, de momento, esa es una hierba que no pueden segar.