En tanto que "afecto personal, puro y desinteresado" es lo que complace el alma de la persona en su trato con otra. Y, ciertamente, ese agradable sentimiento lo percibí días atrás en Garachico. Había acudido allí para encontrarme con una persona muy preocupada por el lenguaje: por el buen uso de las palabras; por la correcta aplicación de las acepciones en el devenir de un texto o una locución; por la sintaxis en tanto que "parte de la gramática, que enseña a coordinar y unir las palabras para formar las oraciones y expresar conceptos". Él es don Carlos Acosta García, natural de aquella Villa y Puerto, maestro de escuela que fue hace muchos años y de gran vocación.

Habíamos quedado citados en la bella plaza de la localidad. Allí acudimos mi esposa y yo para cumplir el deseo, tantas veces pospuesto por diversos avatares, de pasar un rato de charla agradable y enriquecedora con aquel octogenario personaje de lúcida mente y fluido verbo. Allí, al pie del centenario kiosco cuya construcción data de 1912, como reza en una fotografía de aquel momento inserta en un libro del que él es autor: "La actividad musical en Garachico a través del tiempo"; allí, digo, nos fundimos en un abrazo. Y allí estaba, también, otro personaje de aquella comarca por quien siento un recíproco afecto: don Lorenzo Dorta. Allí, en hora del mediodía, alrededor de unos cortados y un zumo, departimos de actualidades diversas y de recuerdos, que a estas alturas de la vida nos hacen volver a nuestro pasado cargado de precariedades que nos enseñaron a estar en el mundo que nos ha tocado vivir.

Mi esposa estaba encantada de haber tenido aquel encuentro. Y pues concluido este, y estando en Garachico a aquellas horas de la necesidad de yantar, lo mejor que podíamos hacer era dirigirnos al Trasmallo para disfrutar de un buen abadejo a la espalda con las correspondientes papas arrugadas y los mojos de rigor. Y disfrutar da la maravillosa vista que desde el restaurante se ofrece sobre el Roque y el litoral; y teniendo a la vista la serpenteante carretera que, partiendo de allí mismo, asciende la ladera de la montaña para comunicar con El Tanque.

Al salir del Trasmallo dimos unos pasos mi esposa y yo hacia el arranque de la carretera. Allí, en el muro, había una placa informando de que aquella carretera se construyó siendo presidente don Adán Martín Menis. Otro recuerdo a mi memoria del aprecio que nos teníamos mutuamente, cargado de respeto, Adán y yo pese a, o quizá por, las múltiples confrontaciones que habíamos tenido en distintos espacios: Ayuntamiento de Santa Cruz, Conservatorio, Auditorio. Defendiendo nuestras ideas y opiniones con educación y respeto.

Gratificante día. Departir con Carlos Acosta, quien fue compañero colaborador en este diario durante largo tiempo, fue toda una experiencia y un honor.