Los que durante toda nuestra vida hemos conocido los límites de un territorio inmensamente finito sabemos las dificultades que supone superar cada una de las barreras. Estudiar, trabajar, viajar, recibir asistencia sanitaria o divertirse tienen barreras que día a día tenemos que superar quienes vivimos en unas islas alejadas del continente.

Sería injusto no reconocer que esas barreras y dificultades son mayores en las islas menos pobladas porque las capacidades de estos territorios están relacionadas con la dinámica poblacional, el número de personas que en ellas habitan y las infraestructuras y equipamientos que son más frecuentes en las islas no periféricas.

Barreras y más barreras no impiden tampoco que todos amemos a nuestro pequeño territorio, que no queramos vernos obligados a irnos de ellos y que al mismo tiempo nos sintamos, en los ocho territorios, como parte de un solo pueblo.

Difícil ecuación que suma y divide. Suma sentimientos, derechos personales y unidad como pueblo pero que divide por la desigualdad entre territorios, por las diferentes oportunidades y por las barreras para el desarrollo personal.

Canarias ha tenido que conjugar esa ecuación desde siempre, y en la etapa democrática inventó un equilibrio que ha logrado limitar la tendencia histórica que favorecía el crecimiento de las islas centrales. El mayor peso político que han disfrutado en el Parlamento las islas de El Hierro, La Gomera, La Palma, Fuerteventura y Lanzarote durante estos casi veinticinco años de Autonomía es el resultado consciente de transformar con los votos una realidad que se conoce en las Islas desde hace siglos. Sin las islas periféricas, Canarias tiende a centrarse en el debate y en la decisiones de dos, la pelea insularista, y sólo igualando las fuerzas al ponderar el territorio, Canarias puede concebirse como un pueblo repartido en ocho islas.

Tomando la relación de mayor diferencia, se dice que el voto de un herreño vale muchas veces más que el voto de un tinerfeño y que por eso su peso en la toma de decisiones es injustamente mucho mayor. Cuando se hace esa afirmación se ocultan las dificultades diarias que los herreños tienen para disponer de autonomía plena. Cuesta más a un herreño vivir en su isla que la ventaja política que le damos para lograr un mejor desarrollo ¿Le darías a un niño las mismas oportunidades que a un adulto si los pusieras a competir en una carrera o le darías una cierta ventaja para que la carrera fuera justa?

Dicen algunos expertos bolivarianos que los votos en el Parlamento han servido para afianzar unas élites caciquiles en las islas periféricas, sin tener en cuenta que lo que ha gobernado esta tierra durante siglos son las élites de las islas de Tenerife y Gran Canaria y, sobre todo, la presión de la miseria que durante siglos ha asolado estas islas, por su fragilidad frente a los poderes de fuera. La democracia en las Islas ha conseguido cambiar esa dinámica: nos hemos responsabilizado de nuestro propio desarrollo con la autonomía, y así no vemos ningún cacique en personas como Mario Cabrera, David Cabrera, Sergio Matos, Melodie Mendoza o Midalia Machín, por citar sólo algunos ejemplos de políticos que representan los rostros de los votos.

Dicen también algunos políticos de las islas centrales que las necesidades en las islas mayores son ingentes y que las bolsas de pobreza en las áreas urbanas de Tenerife o Gran Canaria necesitan de una mayor atención y peso político, dedicando más recursos, sin que la situación en esa población sea mejor que la que disfruta la población de las islas periféricas. La cuestión es que no atender a las islas periféricas en su justa medida agravaría su despoblamiento y no mejoraría la situación de pobreza de otros grupos, al contrario, podría agravarlos. Por otro lado, ya de por sí el reparto de los recursos aventaja en general a las islas más pobladas. Se armó una marimorena el año pasado cuando propusimos repartir menos del 5% de los recursos de este territorio dándole a las islas periféricas un poco más de dinero de lo que le correspondería solo por la población.

El reparto de la representatividad en el Parlamento es el resultado inteligente de combinar en una sola Cámara criterios de representatividad territorial con los derechos a la representación ciudadana. Dicen que no hay sistema electoral más injusto que el canario, pero no dicen que en todos los sistemas políticos en donde es necesario equilibrar territorio y población, y en Canarias lo es, el problema se resuelve con dos Cámaras.

Queremos manifestar nuestra oposición a la modificación, sin el consenso suficiente, del sistema de representatividad territorial que actualmente existe. Una modificación basada en una mayoría de votos que no tiene en cuenta la posición mayoritaria en cada una de las Islas.

Alterar ese equilibrio no puede producirse desde la imposición de unos sobre otros, debe construirse desde el máximo consenso y sin desvirtuar la propuesta remitida por el Parlamento de Canarias a las Cortes. La reducción de los topes electorales, propuesta que cuenta con el consenso de todas las fuerzas políticas de las Islas y de las posiciones expresadas desde cada isla, sería ya un avance significativo que mejoraría el sistema existente. Sin el consenso, el equilibrio actual será siempre mejor que cualquier solución que aumente el peso de las islas más pobladas pretendiendo silenciar al resto.

*Pesidenta del Cabildo de El Hierro, presidente del Cabildo de La Gomera, presidente del Cabildo de Fuerteventura, presidente del Cabildo de Lanzarote y presidente del Cabildo de Tenerife