A nada en la vida se le debe temer. Solo se le debe comprender.

Marie Curie

Todos podemos entender el miedo a la serpientes, cucarachas o, incluso, a los payasos. Pero ¿el miedo a ser feliz? ¿Realmente es posible que alguien pueda temer serlo?

Un estudio publicado hace unos años exploró esta cuestión (Journal of Cross-Cultural Psychology). Los investigadores utilizaron una escala que medía hasta qué punto asociaban sentirse felices con la posibilidad de que algo malo ocurriese (como consecuencia de su felicidad).

Este estudio arroja varias conclusiones. Las más evidentes están relacionadas con el lógico miedo de las personas con depresión a sentirse felices. Este trastorno provoca que quien la sufre tema que esta acabe y sentirse todavía peor. Una versión psicológica del dicho popular "virgencita, virgencita, déjame como estoy".

Este estudio también muestra cómo las personas perfeccionistas pueden temer sentirse felices, ya que asocian este estado con la vagancia o improductividad. Esto es algo que subyace a muchas de las concepciones relacionadas con la satisfacción laboral y el rendimiento. Precisamente la aplicación de la psicología positiva en la empresa está demostrando todo lo contrario. A mayor bienestar mental, mayor productividad.

Lo cierto es que este miedo a ser felices parece ser algo común. Si experimentamos una mala época tras momentos de felicidad, tenemos la tendencia a hacer una asociación causal. Sin embargo, cuando no ocurre nada después, no lo pensamos. Y lo cierto es que resulta mucho más habitual.

La explicación es bien simple. Si pasamos por una magnífica etapa de nuestra vida y nos sobreviene un disgusto, una catástrofe o una pérdida, la distancia emocional será mucho más grande. Algo que no ocurre si estamos en un estado emocional, digamos, neutro. De ahí esta aprensión a la felicidad.

En el fondo es la tendencia de nuestro cerebro a conservar energías. Si damos rienda suelta a la alegría, gastaremos mucha más emocionalidad para adaptarnos a otra situación. Si nos mantenemos en una meseta de ánimos, no tendremos esos sobresaltos que gastan nuestras fuerzas.

¿Cómo podemos saber si tenemos miedo a ser felices? Las preguntas del estudio eran muy sencillas:

¿Tienes miedo a ser demasiado feliz? ¿Crees que no mereces ser una persona feliz? Cuando lo eres, ¿sospechas que algo malo va a ocurrir a continuación?

Cualquiera de estas preguntas respondidas afirmativamente nos ponen una barrera invisible a disfrutar de lo bueno que nos ofrece la vida.

La pregunta es evidente: ¿cómo puedo cambiar? También la contestación es sencilla. Empezando por lo más pequeño, y muchas veces obvio. Haciendo un repaso de todo lo que tenemos que agradecer, justo en este momento, a la vida. De ahí, seguir en un proceso de reconocimiento diario que nos permita tener "pequeñas dosis de felicidad", repartidas en nuestro día a día.

No es algo sencillo. Y, en muchas ocasiones, si esta conducta temerosa de la felicidad se ha instaurado en nosotros, va a requerir terapia psicológica.

Tras esto, la felicidad se irá convirtiendo en un hábito cotidiano. También la tristeza. Y es la comprensión y aceptación de este balance, lo que consigue que cambiemos y olvidemos nuestros miedos anticipatorios.

@LeocadioMartin