Es probable que muchos contribuyentes no recuerden a Lola Flores y su crónico alejamiento de los pagos a Hacienda, cuando el ministerio del machuco y limpia decidió nombrar a un chivo expiatorio con mucha repercusión mediática. Mientras tanto, los defraudadores de siempre se frotaron las manos con satisfacción porque con esta maniobra de distracción pudieron seguir poniendo a salvo y evadiendo sus capitales a los llamados paraísos fiscales. Una insana manera de debilitar las cuentas del Estado, que aplica siempre el estoque a los más débiles, controlados por una nómina o una pensión contributiva en alarmante declive.

En la actualidad, para no ser menos y predicar con la igualdad -incierta a todas luces-, el chef Montoro ha aplicado la receta de la supuesta transparencia, lanzando a su terna de fiscales anticorrupción como mensaje subliminal de amedrentamiento para la ciudadanía, a fin de investigar en los niveles superiores de los partidos y Gobierno. Normativa instaurada, según los datos, en 1995 durante el mandato de Felipe González, como órgano de represión de los delitos económicos relacionados con la corrupción, para más tarde, ya en época de Zapatero, ampliarla con dieciocho tipos de infracciones, como la prevaricación, el tráfico de influencias, blanqueo, cohecho, fraude o malversación, y cito textualmente, "siempre que se trate de supuestos de especial trascendencia, apreciada por el fiscal general".

Entendemos, entonces, el reciente acoso y derribo de Ignacio González, mano derecha de Esperanza Aguirre, y tantas otras piezas de caza locales investigadas judicialmente. Pero no nos engañemos, estos señalados personajes tienen recursos suficientes como para pagar onerosas defensas y sustanciosas multas o fianzas para no vegetar tras unos barrotes. Ahí quisiera yo ver a un pensionista que se ha pasado en el cobro mensual de una paga de viudedad o de maternidad por carecer de otros recursos. De forma que se ha iniciado la requisa igual que otras tantas campañas como la de la angula, la de vacunación de la gripe, la de la aceituna y hasta la de la esterilización de palomas, que los buchones de raza valenciana son unos auténticos raptores de cándidas mensajeras. Pero aquí no acaba todo, sino que el comité de sabios acaparadores ha determinado suprimir el programa Padre, y sustituirlo por otro tal vez más farragoso e incomprensible para la mayoría, que tiene que recurrir a terceros y firmar sus errores si los cometen. Tampoco dejamos a un lado la panacea propagandista de las devoluciones, que sólo demuestran la precariedad salarial de los millones de trabajadores que tienen que cumplimentar la confesión y firmarla. El meollo del saqueo está en los empleos de tipo medio-alto, supervisados desde el primer euro ganado en la primera nómina; porque no olvidemos que la medida prioritaria es darnos de alta en la cotización para luego llegar a una pensión a la que le incrementan la ridiculez de uno o dos euros anuales, y además se atreven a anunciarlo a bombo y platillo como si fuera un triunfo económico.

Nada, pues, cambia para que todo siga siendo igual. El país de toros, fútbol y pandereta que conocimos antaño se enfrenta ahora a una generación, más preparada intelectualmente y mucho más alejada de un salario digno, pues sigue acogotada -cuando los consigue- por los contratos temporales y sin ningún tipo de derechos, para beneficio de muchos empresarios desaprensivos, que casi podemos adivinar que con sus asesores bien pagados saldrán comparativamente mucho más impunes que los simples ciudadanos a la hora de tributar. Así, pues, el período de amedrentamiento fiscal ya ha comenzado, incluida la equis de la Iglesia, que también la solicita pero con más delicadeza. Mejor no hagas como Lázaro, Lola, porque te ibas a llevar un susto de muerte.

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