Canarias es la construcción constante de una identidad común, basada en la peculiaridad de cada isla; la diversidad es la mayor riqueza. Nuestra realidad física se impone en un modelo archipiélagico de islas próximas entre sí, con un origen geológico común, siendo el otro elemento que las singularizan el agua que las rodea, tierra y mar en una perfecta simbiosis de vida. Como le escribía a la isla de Tenerife el poeta Pedro García Cabrera: "Ella había nacido para el mar / Las curvas de su espalda / desde muy pequeñita / tenían cumpleaños de olas. / Se despertaba / con rumores de playa en los costados".

La identidad canaria encuentra su origen y fin en la realidad insular, por lo que el ámbito territorial conforma y forma la idiosincrasia de los canarios. Por eso, es lógico que la perspectiva desde la que se ve o se siente la convivencia sea eminentemente isleña, que no significa excluyente o un modo de ser insolidario. La tendencia artificialmente unificadora puede romper el equilibrio social y económico de un territorio que no admita la diversidad. El particularismo, como una excesiva preferencia del interés particular sobre el general, no concuerda con la convivencia en la unidad del Archipiélago. Los canarios no tenemos ningún problema de identidad; al contrario, sabemos lo que somos porque vivimos desde la isla, y esta singularidad nos hace más comunitarios. Es una paradoja real y existencial: somos isleños.

Es compatible ser herreño, majorero, palmero, grancanario, lanzaroteño, gomero, graciosero o tinerfeño, con ser y sentirse canario; es más, es imprescindible. No se entiende una subsistencia en nuestra tierra que no abarque las dos dimensiones: la insular y la regional; son las dos caras de la misma moneda. Una defensa de los intereses generales de una isla no significa necesariamente un ataque a las demás; es sencillamente priorizar las necesidades. Despreciar o rechazar como principio todo lo que signifique la insularidad lleva a la descomposición del conjunto. Desde la más pequeña a la más grande, todas son necesarias, todas son importantes.

El "insularismo", como frentismo está muy arraigado en las entrañas de nuestra actividad política, incluso por aquellos que lo denigran y hay que decirlo sin tapujos, también en muchos ciudadanos. Su carácter peyorativo depende de la apreciación subjetiva de quien lo considera así. Y siempre se hace presente cuando hay una deficiencia estructural en una isla determinada, por lo que la mejor política regional tiene que pasar por la mejor consideración insular, porque el desarrollo social y el crecimiento económico de cada isla tienen que ser acorde a las necesidades y demandas de sus habitantes, ya que repercute en beneficio de todo el Archipiélago. Los cinco dedos son diferentes y pertenecen a una sola mano; juntos son capaces de crear. Las Islas, cada una con su especificidad, unidas y bañadas por el Atlántico, hacen posible la canariedad.

*Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología