Conviene tener en cuenta que muchas creencias se apoyan en el prejuicio y la tradición. René Descartes

Hay una serie de creencias populares que, en ocasiones, condicionan nuestras predicciones acerca de lo que nos puede hacer felices. Las aceptamos y no las cuestionamos. Son sabiduría cotidiana o simplemente se han cumplido en alguna ocasión.

Pero, desafortunadamente, esto no siempre es así. Predecir en base a experiencias (a veces únicas) o expectativas puede ser auténticamente frustrante para muchos de nosotros. En psicología a esto se le denomina "sesgos". Algunos de ellos nos pueden conducir a confusión al creer que nos harán felices, en base a predicciones que, en la mayoría de las ocasiones, no responden a datos objetivos.

El primero de ellos es el efecto contraste. Esperamos que una buena experiencia sea más satisfactoria cuando es precedida por una mala. Sin embargo, investigaciones recientes muestran que el efecto contraste puede ser un completo espejismo creado por nuestras expectativas. Además, lo contrario tampoco parece cumplirse. Esperamos que las malas situaciones sean peores si las antecede una buena experiencia. Este juego de anticipación, de hecho, puede llegar a influir en la forma que interpretemos lo que ocurre. Al esperar, no observamos lo que realmente ocurre. Y al no ser lo que estábamos anticipando, experimentamos una decepción. Todo esto por intentar predecir basándonos en presupuestos falsos.

El segundo de los condicionantes: cuantas más opciones (no es) mejor. Al contrario de lo que podríamos suponer, tener más opciones no siempre es mejor. En un interesante y atractivo estudio con diferentes tipos de mermeladas, S. Iyengar y M. Lepper, de la Universidad de Columbia, comprobaron que las personas pueden ser más felices e incluso estar más motivadas si tienen menos posibilidades que elegir. Incluso, en algunas ocasiones, es mejor tener una sola opción.

Paradójico en un mundo que nos bombardea continuamente con multitud de productos diferentes. Pero ¿no les ha ocurrido alguna vez que, a pesar de que han adquirido el producto adecuado (una camisa o un televisor), objetivamente hablando, no estaban felices?

Una tercera circunstancia que nos influye es la adaptación. Cuando se produce la exposición repetida a una determinada experiencia, se puede reducir el placer que esta proporciona. Volviendo a la mermelada, al contrario de lo que se podría esperar, cuanto más (buena) mermelada probamos, más nos gusta. O, al menos, esto es lo que me ocurre a mí. ¿A ustedes? Se me vienen a la cabeza otros ejemplos, ¡pero este es un espacio para todos los públicos!

Por último está la paradoja de la certeza. Se supone que cuando reducimos la incertidumbre, nos sentimos mejor. Pero ¿no es cierto que un cierto toque de misterio incrementa notablemente nuestra felicidad? Sin duda, conocer todo, controlar todo, nos puede conducir al aburrimiento o al hastío.

El grado en que estemos condicionados por estas creencias dependerá mucho del crédito que les demos. Nuestra vida debemos construirla nosotros.

A menudo, descubriremos que estamos dando por cierto algo que no corresponde en absoluto a nuestra experiencia. Seamos críticos, cuestionemos e informémonos. Seremos más felices.