¿Qué le pasa a la Administración en general? Dicen que hemos pasado de una forma anacrónica y obsoleta de administrar y gestionar lo público a un método más ágil y moderno, gracias a la puesta en marcha de la Administración eléctronica, la entrada en vigor de la Directiva Bolkestein 2006/1237 CE y la redacción de planes estratégicos de modernización, innovación y mejora de los servicios públicos; todo ello con el fin de conseguir la simplificación de los procedimientos, reducción de trámites administrativos y un adecuado sistema de cooperación interadministrativo. Se sabe incluso que, en algunos casos, se está haciendo un esfuerzo hercúleo por mejorar la calidad de los servicios públicos, intentando gestionar adecuadamente desde todos los flancos (autonómico, insular y local) el conocimiento, y contribuyendo a que el capital humano con que cuentan las Administraciones esté más y mejor formado.

Desde la Asociación de los Jóvenes Empresarios de Tenerife que presido puedo aseverar que una de las principales dificultades a que se enfrentaban las pymes, en el acceso a las actividades de servicios, residía en la complejidad, la extensión y la inseguridad jurídica de los procedimientos administrativos hasta hace poco vigentes. Por ello, a semejanza de otras iniciativas de modernización, en Canarias se han establecido principios de simplificación administrativa. En concreto, se ha limitado la autorización previa obligatoria a aquellos casos en que sea indispensable, garantizando los requisitos de transparencia, eliminando retrasos y costes innecesarios y evitando la duplicidad de operaciones, así como las formalidades burocráticas en la presentación de documentos. Y ello porque son estas las palancas necesarias para conseguir que las Administraciones públicas sean administraciones realmente "eficaces".

Sin embargo, nos preocupa, y a mí en primera persona, cómo perciben los ciudadanos y ciudadanas, a nivel de su satisfacción personal, dichas mejoras, que en un gran porcentaje de los casos parecen no ser perceptibles. Francamente, rara vez se ve una sonrisa cuando se sale de las dependencias de cualquier ente público; y ello sin perjuicio de que ahora se ha puesto de moda alardear en los medios y redes sociales de los éxitos de la gestión administrativa, con erráticas cifras y hacer comparativas que en nada parecen acomodarse a la más estricta realidad.

Cierto es que se han acortado trámites y que, tras la puesta en marcha de las autorizaciones, comunicaciones previas y declaraciones responsables, hoy con un simple sello desde los registros de entrada de cualquier Administración damos conocimiento de nuestros actos, surtiendo estos efectos desde ese minuto cero. Sin embargo, como contrapartida, las simples instancias de antes se han convertido ahora en sábanas de requerimientos documentales que han vuelto a generar insatisfacción en los interesados, quienes tienen que volver a superar esa carrera de obstáculos para conseguir toda la documental solicitada; por no mentar el trabajo acumulado años atrás, que debe de seguir siendo resuelto, además de la palpable falta de formación en estas materias de muchos empleados públicos que se han visto desbordados con esta nueva praxis administrativa. Todo ello aderezado con el amenazante yugo de la aplicación de criterios de productividad y evaluación del desempeño correlativo a una disminución considerable del importe salarial, lo que se ha traducido en una desidia y desmotivación del empleado público, que, inevitablemente, contamina a los ciudadanos y al buen funcionamiento de los servicios públicos.

Llegados a este punto, nos preguntamos en qué hemos mejorado. ¿Dónde están esos infalibles líderes que tienen que manejar los hilos en estos centros públicos de trabajo? ¿La mochila de la burocracia se ha colocado en las espaldas de los ciudadanos? Como decía mi abuela: "Si el dibujo sale con barbas, san Antón; si no, será la Purísima Concepción".

Quizá sería más coherente ir al grano sin dejar las cosas al azar, racionalizar la petición de documentos inútiles que, en su mayor parte, ya residen en poder de la Administración y ayudar a los empleados públicos (que los hay excelentes y en abundancia) con cursos de formación para mejorar sus aptitudes y realizar talleres de motivación personal para potenciar esa actitud de que (parafraseando a Ghandi) "la mejor manera de encontrarse a uno mismo es perderse en el servicio a los demás".

*Presidente AJE Tenerife