El Tenerife es un equipo,con sus cinco delanteros,tres de media y dos defensas,y Abelito de portero.

Autoestima. No es solo fútbol. Lo de estar en Primera no es una cuestión estrictamente deportiva ni económica ni atañe solo a los aficionados. El hecho trasciende a lo social, a la apreciación colectiva del estado de ánimo. Ser de Primera, usted me entiende, de primera. Con una alta dosis de autoestima todo funciona mejor. También hay quien sostiene que es justo al revés, que cuando las cosas marchan bien se crea el ambiente y aparecen los recursos para conseguir un ascenso. No sé yo, primero es la gallina o el huevo, vaya dilema, aunque poco importa.

Euforia. En la antigua grada de General, ir al fútbol era otra cosa. Aquel no era un espectáculo deportivo; más bien un evento social, casi una experiencia sensorial. El partido en sí mismo, lo que son los jugadores con el balón, se veía muy mal; solo cabezas y banderas, sin profundidad, imposible distinguir una táctica, un desmarque, una combinación. A falta de perspectiva dominaba la emoción, emoción a flor de piel cuando el Tenerife se acercaba al área contraria, cuando Paco Buyo la dejó muerta en el área para que Pier Luigi Cherubino le arrebatara la Liga a todo un Real Madrid. Euforia con intensidad descontrolada, primitiva, una especie de conexión colectiva más allá de un mero estado de felicidad transitorio; un chute de adrenalina difícil de explicar e imposible de imaginar para quien contempla la misma jugada y aplaude desde Tribuna. No sé si ahora, en el nuevo Heliodoro, en Popular, en el rincón del Frente Blanquiazul, donde siguen de pie, las sensaciones serán las mismas, debería probar, aunque no sé yo... Quizás mejor me quedo con el recuerdo.

Evolución. Desde Herradura aquello era otro deporte y otras sensaciones; más fútbol, claro, con la posibilidad de ver a Chano en la banda para que Pizzi marcara más de treinta goles en una temporada. Desde arriba, el campo enorme para las galopadas de Felipe Miñambres y de Oliver Neuville, antes de que triunfara en la Bundesliga. Y en Tribuna, que es otra cosa, todo muy comedido y formal, con algún exaltado aislado empeñado en insultar al árbitro y otros tan sobrados acostumbrados a Primera: "Fernando Redondo está bien para el fútbol sala", se escuchaba en la grada. Qué tiempos. Como anfitriones, acuérdese de Romário da Souza, quizás el mejor jugador que yo haya visto en vivo, y de tantas otras estrellas mundiales.

Gol. Descubrimos de casualidad que Abel fue portero del CD Tenerife en los años treinta del siglo pasado, y cobró sentido ese estribillo que apareció entre los recuerdos antiguos de mi padre. Él iba al Estadio en aquella época a ver al Marino de Las Palmas con mi abuelo. Entonces el fútbol era mucho más rudimentario, pero tenían claro que el espectáculo requería ir al ataque (cinco delanteros, ¡ay, Martí!). Ahora viene conmigo. Le encanta, y eso que le cuesta seguir el partido; "¿cuál es el Tenerife?", me pregunta a cada poco, y yo le voy contando las faltas, los fueras de juego y los córners, "que son medio gol", como siempre puntualiza. Lo mejor es cuando el Tenerife marca y el Heliodoro ruge. Reacciona eufórico, feliz, cantamos el riqui-raca y pienso que igual le pasa como a mí en aquella vieja grada de General. Me encanta.

De Primera. Celebraremos hoy el ascenso del CD Tenerife. No sé por qué. Ahí lo dejo. Llámelo intuición. Por eso soy el optimista nato.

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