Cataluña. No van en serio. Si existiera la más mínima posibilidad, los promotores hablarían de otras cosas. Esto es un plan, pero no para la independencia. Un plan urdido con inteligencia y extrema paciencia. Marta Ferrusola, la ideóloga, construye una causa que trasciende lo catalán: el nacionalismo y su red clientelar, el hecho diferencial y la presión periférica -dictadura de la minoría- para conseguir más de Madrid, fenómeno dominante en la política española hasta que llegó Podemos. Un plan bien trazado con fans que creen en el más allá, en la independencia, en esa abstracción necesaria durante el "procés" (la meta), pero tan absurda cuando se agotan los hitos o se apuran los plazos. "Cada tela de araña tiene una araña sentada en el centro", sentenciaba el inspector Hackett, personaje del escritor irlandés Benjamín Black. Puede que la araña fuese Puyol, que le sacudieran la tela y que se echara a correr con la pasta. Es una lata, como lo fue el "problema vasco", pero nada que temer; la Constitución española no prevé referéndum ni desconexión ni nada. Resta desactivar a los creyentes y que no haya bajas.

Islam. El Estado laico sitúa las creencias religiosas en el ámbito privado, donde nunca estuvieron; ofrece mayores posibilidades de convivencia pacífica e igualdad de oportunidades, incluso para tratar de ser feliz. La Constitución española define un marco suficientemente laico para defendernos de la discriminación a las mujeres ante la ley y en el ámbito laboral, que no son cuestiones menores. La Declaración Universal de Derechos Humanos, suscrita por España, va más allá: "Nadie estará sometido a la servidumbre", "solo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse matrimonio". No hay que profundizar en nuestro ordenamiento jurídico (ni mencionar la yihad) para concluir que las consecuencias de la interpretación actual del islam contravienen las reglas del juego. Practicar el islam es legal en España. Obligar a tu pareja a que no salga de casa y que ella lo acepte por tradición, miedo o ambas razones, no lo es. Difundir esa cultura de desprecio a la igualdad de las mujeres es apología de una ilegalidad. Como en tantas otras cosas, qué difícil hacer cumplir la Ley sin provocar un estropicio. Qué difícil mantener la coherencia: pregúntese por qué nos importa tan poco que los derechos fundamentales no se respeten en países vecinos y/o socios comerciales. Pregúntese también por qué nos asustan más las víctimas del yihadismo que los millones de mujeres sometidas por sus maridos.

Paga. Me fascina el artículo 35: "El deber de trabajar y derecho al trabajo", la referencia al deber, magnífica, formulada en la época de las amas de casa, a las que nadie nunca reconoció su labor. Entiendo, aunque no comparto, la lógica económica que justifica la renta básica universal, inaceptable, sin embargo, al incentivar el incumplimiento del 35, con alevosía y nocturnidad al pretender que se sufrague con dinero de los impuestos. Los economistas subestiman la capacidad de los españoles para retorcer cualquier iniciativa pública: fraude, economía sumergida o picaresca, llámela cómo quiera... Asignatura pendiente de nuestro sistema educativo (y de nuestra moral pública).

Boda de Garzón. No sería justo calificar al líder de Izquierda Unida como pequeño burgués. Lo pusieron a caer de un burro porque se casó de chaqué y su novia de blanco. Críticas infundadas: la gente normal -el pueblo llano, para entendernos- respeta, se viste y se comporta de forma adecuada en bodas y funerales. Delata la pose de sus nuevos amigos y compañeros de bancada en el Congreso, en tenis y camiseta.

CD Tenerife. Esta temporada al ataque. Menos mal.

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