El delito. Una mujer, cansada y desatendida por la cantidad de horas que trabaja su marido -ausente en viaje de negocios-, se deja seducir en casa de otro hombre, al otro lado del río en el pequeño pueblo en donde reside. Durante la noche, el marido llama para avisar del cambio de planes: está en camino de vuelta. La mujer abandona el regazo de su amante para regresar cuanto antes y evitar que su marido descubra la infidelidad. Sale a toda prisa y al tratar de cruzar el puente tropieza con un loco armado con un cuchillo que amenaza con matarla si intenta pasar. La mujer, asustada, camina por la ribera y, un poco más abajo, encuentra un barquero que acepta llevarla a la otra orilla a cambio de cierta cantidad de dinero. Pero la mujer no lleva dinero encima y el barquero se niega a prestar el servicio sin cobrar. Para conseguir para pagar, la mujer recuerda que cerca de allí vive un amigo al que no ve desde hace años. Su amigo, sorprendido por la petición, le confiesa que siempre estuvo enamorado y que ella nunca le hizo caso; ofendido, se niega a darle el dinero. En ese punto, la mujer retrocede a casa de su amante para buscar para pagar al barquero, pero el amante no le abre la puerta convencido de que es el marido despechado y muy enfadado. Desesperada porque se le acaba el tiempo, la mujer decide cruzar el río por el puente y el loco, fiel a su advertencia, la mata.

El análisis. Si ha conseguido seguir el hilo de esta trágica historia, le invito a discernir quién de los personajes del relato -la mujer, el marido, el amante, el barquero, el amigo y el loco- cree usted que es "más culpable" de la muerte de la mujer y cómo los ordenaría de más a menos responsable del fatal desenlace. Fíjese en la narración, en los detalles. Pruebe a discutirlo con la familia o con un grupo de amigos: cuanta más variedad de edades y caracteres, más animado será el debate.

La controversia. Algunos acusarán a la mujer de provocar su propia muerte, justo castigo por el adulterio. Otros señalarán al marido que no se ocupaba de ella y la arrojó a los brazos de otro hombre. Puede que usted piense que la culpa es del amante, qué cobarde, que pudo comprobar que era ella y haberle dejado la pasta. O el barquero, vaya tío desconfiado que no quiso fiarle el pasaje. O quizás ese amigo resentido que si tanto la quería bien podía haberla ayudado. O que usted concluya, como yo, que fue el jodido loco, el que blandió el cuchillo y cometió el delito.

La analogía. Aburridos de escuchar el relato de lo ocurrido en Cataluña en los últimos cuarenta años: la normalización lingüística, el nacionalismo excluyente, los antisistema, la financiación autonómica, el Estatut, el Procés. Un relato que a nadie importó un carajo mientras Convergència i Unió daba mayorías en Madrid y la independencia era solo la música de fondo. Le invito a discernir quién de los personajes del relato -Rajoy, Puigdemont, Junqueras, Ferrusola, Puyol y quien usted entienda que debe añadir a la lista- cree que es "más culpable" y cómo los ordenaría de más a menos responsable... No lo discuta con la familia ni con los amigos, no sea insensato.

El dilema. Para las situaciones de este tipo no existe solución razonada ni conceso posible: las personas no aplicamos una misma escala de valores, lo que a unas convence a otras perturba. Por eso se inventaron las leyes.

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