El problema principal por el que se cuestiona el futuro de las pensiones es el envejecimiento progresivo de la población española. Cada vez hay más personas mayores que necesitan cuidados específicos y que, por consiguiente, elevan el gasto sanitario, reducen el número de cotizantes a la Seguridad Social (SS) y, por ende, perciben una pensión de jubilación. Pero es que, al mismo tiempo, el índice de natalidad se está desplomando alarmantemente debido al escaso número de nacimientos y al imparable aborto. O sea, una combinación letal para garantizar la fluidez de las pensiones.

El desequilibrio existente entre la población española está poniendo en serio riesgo la sociedad del bienestar actual -amén del sistema económico-, previéndose que pueda dar origen a la desestabilización del sistema de pensiones.

¿Y cómo paliar esta situación? No cabe duda de que apoyando y favoreciendo la natalidad, bien mediante el incremento del número de nacimientos y reduciendo el número de abortos. Todo ello a través de la adopción de medidas de todo tipo que prevengan este déficit: familiares, laborales, económicas, sociales, etc., porque, de lo contrario, el relevo generacional no se va a poder producir, con las consecuencias negativas que ello implica.

A ver. Entendemos por relevo generacional el índice que permite conocer si una población puede ser reemplazada de forma suficiente en un determinado período de tiempo. Y esto se averigua relacionando el grupo de edad de adultos jóvenes (de 30 a 44 años) con el grupo de adultos mayores (de 45 a 64 años). Si el resultado es superior a la unidad, el recambio generacional está asegurado; sin embargo, no ocurre así cuando el resultado es inferior a la unidad. ¿Y a qué nos referimos exactamente al mencionar el relevo generacional? Al fenómeno que tarde o temprano debe darse necesariamente: que las nuevas generaciones vayan sustituyendo a las más antiguas, de tal modo que en -términos generales- el peso del desarrollo social recaiga sobre los hombros de los más jóvenes.

Pero para que se pueda garantizar ese necesario relevo y el sostenimiento del sistema, ha de existir un equilibrio poblacional. Pero la realidad es que la población española envejece debido a que la esperanza de vida es cada vez mayor, y se reduce sin que se produzca el número de nacimientos necesarios para tal fin, dando por resultado una población joven incapaz de compensar la enorme cantidad de personas mayores jubiladas. Según la Organización Mundial de la Salud, los españoles tienen uno de los niveles de esperanza de vida más altos del mundo, unos 82,8 años de media, tan solo por debajo de Japón. Así pues, el panorama que se nos avecina es más que preocupante.

Por tanto, si no se fomenta el incremento de la natalidad en la actual y próximas generaciones, ni se crean puestos de trabajo para esta nueva población, amén de otras muchas medidas, el dinero para el pago de las pensiones va a ser difícil de conseguir. La llamada "hucha de las pensiones" cada vez está más vacía, merced a las extracciones que el Gobierno se está viendo obligado a realizar cuando es necesario para pagar las pensiones y el fondo de la SS no da más de sí. Algo que suele ocurrir frecuentemente, cada vez que el Ejecutivo ha de abonar las pagas extras de verano y Navidad a los jubilados.

El envejecimiento de la población española y el bajo índice de natalidad pueden poner en riesgo la sostenibilidad del sistema, tal y como está concebido hoy. Algo muy preocupante, pues tras una vida dedicada al trabajo y cotizando a la SS para tener derecho a una pensión, no parece nada justo tener la inquietud de saber si a la jubilación se podrá cobrar la pensión.