En España casi no se celebra el Día de los Inocentes porque ya no quedan. Es lo que procede, por coherencia, en un país donde cualquiera es culpable hasta que se demuestre lo contrario. Para dar nuevo ejemplo de esta carpetovetónica doctrina, al alcalde de Firgas, un tal Manuel Báez, lo untamos de petróleo y le echamos un saco de plumas encima, para pasearle "corpore insepulto" por todas las páginas de los periódicos, a los cinco minutos de ser acusado de haber sustituido a su hijo en unas oposiciones de la Comunidad Autónoma.

El escándalo mediático fue de tal calibre que el acusado ha terminado admitiendo su culpa. Pero hay más cosas que huelen mal en Dinamarca. El tal señor Báez es una persona entrada en años -entrada hasta más allá del recibidor-, de frondoso bigote y cierta alopecia. Y su hijo, de nombre Himar, es un pibe jovencito, con pelo corto y bien poblado. No digo yo que no se parezcan padre e hijo, líbreme dios, pero a efectos de confundirlos son como un huevo y una castaña. Y siendo que estamos hablando de una prueba de acceso a la administración pública de Canarias, con un control de identidades en la puerta de acceso, ¿quién estaba comprobando la documentación de los aspirantes? ¿El oso Yogui? O al señor Báez le facilitaron la entrada en plan compadreo o la seriedad en los exámenes a un puesto de trabajo público es como una actuación de los payasos en el circo.

Declaraciones de testigos presenciales revelaron que fue el padre y no el hijo, ni un espíritu santo, quien hizo el examen de acceso a un puesto en la Comunidad Autónoma, a pesar de que el hijo tiene formación universitaria y el padre no. El alcalde, que está como Puigdemont, dado a la fuga, afirmó en su día que solamente había acompañado a su hijo hasta la puerta del examen. Hay madres y padres que harían la mili junto a sus retoños, si les dejaran, pero una cosa es el exceso de paternalismo y otra que la prueba esté escrita de puño y letra del padre en vez del hijo.

El tribunal del examen, dirigido por el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, Antonio Doreste -a ver quién le manda meterse en esos berenjenales-, se reunió para tomar medidas. Entre otras, comprobar las grabaciones de las cámaras de seguridad (¿seguridad?) que había dentro de las instalaciones. Una comprobación que ya parece innecesaria a la vista de que Báez ha admitido la suplantación. Ya no verán las imágenes de Papá Noel escondido entre algunos centenares de jóvenes, con su barba blanca y su gorro rojo y un cartel que ponía "aquí hay algo raro" señalándole. Insignificantes detalles que pasaron desapercibidos para los funcionarios que controlaban el examen.

Manuel Báez, alcalde de Firgas, desaparecido en combate durante varios días, ha terminado renunciando a su cargo por carta. Lo normal cuando se tiene a la oposición -y a algunos compañeros de viaje- afilándose los colmillos con una lima de uñas para saltarle al cogote en cuanto apareciera. Coalición Canaria pierde a su único alcalde en Gran Canaria, que, como bien se ve, era una joyita.

A Báez le ha caído la del pulpo y uno se queda con la sensación de que en ese examen se movieron chuletas de medio kilo, se entraron teléfonos móviles y se hicieron conexiones de radio con el exterior. Porque si una persona pudo suplantar a otra, cualquier duda que se tenga sobre la prueba parece legítima. Hasta el abuelo de Heidi pudo entrar para hacer el examen en nombre de su nieta.

Podría parecer que todo fue una broma del Día de los Inocentes, pero ya no existen los inocentes. No lo son ni los que se examinan para ser miembros de la cosa pública. Cómo está el patio. Este es el cuento de Navidad de nuestros tiempos. Cuando este año la televisión autonómica ofrezca a todas las Islas las doce campanadas, precisamente desde Firgas, serán como un toque de difuntos por la carrera política de Báez. Ojalá que no lo sea para la propia tele, que lleva un año tan negro como el futuro político del alcalde de Firgas.