Estamos ante uno de los peores momentos en la historia del cultivo de los plátanos de Canarias, ya que esta semana se propone picar más del 20%.

En la Península siguen consumiendo plátanos (en algunos casos superan los 2 ?/kg). Sin embargo, las ventas en el mercado en verde no alcanzan los 0,70 ?, es decir, no queda para el agricultor más de 0,35 ?, a lo que hay que restar más del 20% de pica que queda en Canarias. De esta producción que dejamos en el Archipiélago, una gran parte acaba en el vertedero, ya que el consumo en las Islas no demanda más de 20 kilos por habitante al año, mientras que en una sola semana de diciembre se ha dejado un kilo por habitante en Canarias y, concretamente en la isla de La Palma, doce kilos por habitante para una sola semana.

No olvidemos que los costes de producción están en torno a los 0,65 ?/kg, y que, por otra parte, estamos en la temporada en la que menos fruta compite en el mercado.

La saturación del mercado se debe a la banana y a las peleas de familia locales. Existen seis organizaciones de productores de plátano (OPP), que, en muchos casos, hacen de agencia de aduanas y que no compran y venden en conjunto, como dicen los estatutos, sino que miembros de una misma OPP compiten en el mercado. Pocos buscan alternativas en el exterior; alegan que no quieren la pica porque tienen los plátanos vendidos en la Península; no nos dicen que juegan a la baja con los precios, que no queda nada para el agricultor, ya que los costes para poner un kilo del cantero al madurador superan los 0,34 ? (cajas, empaquetado, flete, etc.). Por todo esto necesitamos un nuevo mercado, o bien dejar de cultivar, es decir, menos agricultores y más ruina para el campo canario, lo contrario de lo que se nos ha dicho en la UE, que ha puesto muletas para la agricultura en la Unión alegando razones sociales. Aquí y ahora, Asprocan, peleas de familia, pica sí-pica no, dejarlo en el campo, unos sí y otros no, la IGP, cajas con colores adjetivos.

Cuando rebosa el vaso aplicamos la medicina de la pica; no somos capaces de un aprovechamiento como recurso, como alimento, bien para las personas o para el ganado (plátanos deshidratados). Hemos construido unas instalaciones en El Paso (Frutín) que han costado unos dos millones de euros de dinero público y están como un museo, mientras nos dicen que Coplaca quiere construir una similar en Valencia ¿Es acaso más barato deshidratar plátanos de Canarias en la Península?

Aquí y ahora olvidamos que podemos producir los plátanos más naturales, con menos venenos que muchos otros que entran en la UE; que nuestra fruta no está producida con sudor y hambre del tercer mundo, con hombres y mujeres que quieren ser ciudadanos con los mismos derechos y obligaciones que los europeos, que gran parte de lo que consumimos en Canarias viene de dicho territorio. No tienen razón de ser los planteamientos que parece que hacen un grupo de empresarios de Martinica y Guadalupe, que producen en África y abandonan a los campesinos tras el temporal de las islas del Caribe.

Aquí, el Gobierno y los agricultores no pueden seguir por el actual derrotero. Podemos mantener los puestos de trabajo, el paisaje y la producción haciendo las cosas bien, introduciendo sistemas de calidad en toda la estructura organizativa platanera.

También tenemos que hablar del descreste arancelario y el nivel de control. Se requiere establecer garantías para que las producciones europeas puedan mantenerse, sobre la base de que debemos ser la principal garantía de seguridad alimentaria y de producciones respetuosas desde el punto de vista social y medioambiental.

La Indicación Geográfica Protegida se ha de cumplir, y las OPP han de mantener un nivel de sociedad y solvencia que supere la miseria en la que nos tienen sumidos, y los agricultores han de poner ilusión y preocupación por la comercialización, para que esta se haga con el esmero con el que cultivamos la tierra.

Los plátanos tienen futuro si nos unimos haciendo las cosas bien, con profesionales rompiendo con la miseria de las peleas de familia. Los últimos acontecimientos en los que, apoyándose en el argumento de que se tiene todo vendido, a cualquier precio, algunas OPP están poniendo en riesgo la unidad del sector, no pueden permitirse. En este sentido, es fundamental que desde las administraciones se traslade el mensaje de que los sistemas de apoyo actual solo pueden garantizarse con un sector unido que apueste por la calidad de las producciones, y en el que el agricultor se considere el principal protagonista a defender. Cualquier iniciativa dirigida a obtener réditos a corto plazo a costa del conjunto del sector tiene que ser rechazada y penalizada. Solo así tendremos futuro.