Por cuestiones de salud, suelo frecuentar a menudo la parte alta de la ciudad, esa que concluía sus límites al inicio de la carretera que conduce a Los Campitos. Y es por ello que mi memoria no ha parado de bullir imágenes del pasado en lugares que hoy están totalmente edificados, mayormente de casas unifamiliares por obra de aquella sociedad de construcción de Casas Baratas, que acumulaba socios que pagaban una modesta cuota anual, con derecho a entrar en sorteo del inmueble construido los meses anteriores. Pero como la especulación del suelo era brutal, por el avance de los años, finalmente la empresa hubo de remodelar sus acciones y el contenido de las mismas, debido a que se vio obligada a conseguir solares amplios a precios más módicos y, por tanto, más alejados del barrio en donde se construyeron las primeras casas.

De esta forma desapareció la lechería de Isaac Melián, de donde se nutrían muchos residentes de Salamanca, junto a la de Francisco, situada algo más abajo, en el solar del actual edificio Oliver, junto al parque de Secundino Delgado, antigua fracción de los jardines de Farrow S. Bellamy y Luis Camacho. Pionero del automóvil y de la primera empresa de transporte de pasajeros, el segundo, a lo largo de la Isla. Además de promotor de sus hoteles en Santa Cruz, en los altos del antiguo edificio de la pañería Giner, junto a la parroquia de San Francisco, y el otro establecimiento del mismo nombre en la zona de La Estación en Tacoronte, ambos desaparecidos.

Partiendo de los datos de Jorge Naval, "mister" Bellamy fue el primero que adquirió, con permiso de la autoridad civil, un Panhard y Levassor de origen francés, de dos cilindros, con una velocidad punta de 36 km/h. Así pues, este súbdito inglés fue el precursor del primer coche matriculado en la isla. Por esa década de inicio del siglo XX, el también pionero Luis Camacho obtuvo licencia gubernamental para poner en circulación la primera guagua de transporte de pasajeros, marca Leyland, que finalmente sería matriculada con el número TF-13, y que efectuaba el trayecto entre La Laguna y La Orotava, los domingos de 10 de la mañana hasta las 19 horas, a un coste por pasajero de 15 pts., ida y vuelta. Servicio que se ampliaría luego hasta Icod de los Vinos.

Pese a todo este esfuerzo, la rentabilidad era escasa, por lo que el hermano de don Luis, Alberto, consiguió la representación de un automóvil ligero de la marca UNIC, poniendo a disposición de los clientes varias unidades de la marca Maxwell, que constituyó un excelente servicio de transporte, precursor de lo que más tarde serían los llamados coches pirata. Pero no todo eran empresas boyantes, porque a las dificultades del trazado de las carreteras insulares había que añadir el mal estado del firme, cuando el asfaltado era aún impensable. De ahí que se vieron obligados a sustituir el tramo entre el Puerto de la Cruz y Las Arenas por un coche de tracción animal. El desgaste sufrido por las cubiertas de goma y la dificultad para adquirirlas, por el bloqueo de la primera guerra europea, hizo que este servicio complementario durara varios años, partiendo siempre a la hora fijada por el reloj del Gobierno Civil de la capital. Posteriormente, Luis Camacho montaría una empresa de representación de automóviles, motos y bicicletas, siendo por tanto el pionero del transporte colectivo en Tenerife. Más tarde sería don Ángel Mesa Ravelo el emprendedor que hizo lo mismo para cubrir el Sur, ofreciendo un servicio de transporte, ida y vuelta, entre La Cuesta y Güímar al precio de 5 pts.

Establecidas estas directrices por los citados empresarios, los vehículos pertenecientes a la flota de Luis Camacho eran reparados en el cercano taller de Castro, un mecánico que tenía un amplio local situado en lo que hoy es el colegio Añaterve Vilar. Lugar donde el que esto escribe, por proximidad familiar, podía contemplar a diario las evoluciones de los vehículos citados.

Años después, por una permuta con este empresario, el ayuntamiento capitalino solicitó una parcela para terminar de abrir la calle General Goded, interrumpida al inicio de la actual calle de Salamanca. Acuerdo de cesión a cambio de la canalización de las escorrentías del barranco subterráneo para aprovechamiento del riego de sus amplios jardines. Obra municipal de la que ya casi nadie tiene memoria y que forma parte del cambio urbano de los recovecos de nuestra ciudad capitalina.