Los primeros recuerdos están en la niñez. De crío escuché por primera vez un relato, contado con la voz grave con que se dicen los misterios, de una virgen que las olas llevó hasta las costas de Tenerife y que fue descubierta por los guanches, que la adoraron. Años más tarde, no recuerdo cuándo, tuve la oportunidad de ver en las playas de Chinguaro, en Güímar, la recreación popular que se hace de aquella leyenda, con unos pastores que al encontrarse con la talla sobre una roca, quedan paralizados al intentar alejar a pedradas a aquella imagen de mujer. Todo eso se ha quedado en la retina de un niño de esta isla que ni siquiera pensó cómo se podía mezclar una imagen de la religión católica con unos aborígenes que adoraban otros dioses.

Si la leyenda nos dice que las olas trajeron a la Virgen, la historia nos cuenta que el mismo mar nos quitó esa primera imagen. Ocurrió en la noche del seis al siete de noviembre de 1826 tras unas lluvias torrenciales extraordinarias. La tromba de agua y viento, que duró entre diez y doce horas, causaron centenares de muertos y extraordinarios destrozos, arrasó el castillo de San Pedro y se llevó por delante parte del templo en el que estaba la virgen, arrastrando la imagen hasta las olas. Se removió cielo y tierra, se enviaron barcos a revisar el mar para intentar localizar la imagen de la virgen, pero todo fue en vano. Hubo de encargarse a un imaginero de La Orotava, Fernando Estévez, la realización de una nueva talla que intentó parecerse lo mas posible a la original.

Aún no sé si la Virgen de Candelaria llegó flotando, depositada por el mar en nuestra isla, o si fue traída por frailes que intentaron introducir la religión católica en nuestra tierra. Pero es verdad que lo que cuenta la leyenda es un relato muchísimo más hermoso que sólo por eso merece que sea verdad. Y con el paso de los años, lo que ha ocurrido es que la Virgen de Candelaria, patrona de las Islas Canarias, se ha grabado en la retina de los niños y ha conquistado el corazón de los tinerfeños y el alma de esta isla.

Lo realmente importante de la Virgen de Candelaria no es su imagen, sino su espíritu. La Candelaria no es madera, ni oro, ni mantos, ni siquiera sólo una imagen religiosa, sino algo que vale intensamente mucho más y que nos une a todos bajo una misma bandera de amor, cariño o respeto. Cada año miles de peregrinos acuden a la Basílica de Candelaria. Y en esa marcha se unen muchísimos creyentes devotos con otros tinerfeños cuyo único vínculo con la religión es su respeto por la virgen morena. Porque la devoción y el cariño por la Virgen de Candelaria salta por encima de todas las barreras y pertenece mayoritariamente a nuestra identidad.

El viernes pasado y con motivo de la festividad de la Candelaria, escribía en una red social que estoy seguro que todo el que siente Tenerife ha hecho dos cosas en su vida; sentarse un día absolutamente asombrado delante de su padre Teide, gigantesco y hermoso, y ponerse de rodillas delante de la madre de todas las Islas en su templo de Candelaria, al lado de las olas. Porque son dos de los símbolos de los que nos sentimos más orgullosos.

El viernes compartía con todos ustedes una propuesta que ha ido conquistándome en estos días con una reflexión profunda y varios sentimientos enraizados en la identidad de la isla y sus gentes. Quiero proponer que nuestra Virgen de Candelaria sea Nuestra Presidenta Honoraria del Cabildo, proponiendo para ello además cambiar el reglamento de distinciones y honores de la Corporación.

Nombrar a la Virgen de Candelaria Presidenta Honoraria y Perpetua del Cabildo de Tenerife es vincularnos a los sentimientos que nos unen a todos los tinerfeños. Los pueblos tienen su mayor tesoro en esos sentimientos que son el cemento que mejor funciona para mantener unidas a su tierra a las distintas generaciones de ciudadanos. La imagen de la patrona de Canarias y la devoción popular que existe por ella, la transforman en un patrimonio general, patrimonio de todos que va más allá de las creencias. El respeto y el cariño son los sentimientos mayoritarios que el pueblo de Tenerife siente por esa virgen que los guanches llamaban Chaxiraxi, "la madre del sustentador del cielo y de la tierra".

Elevarla a la presidencia de Honor del Cabildo de Tenerife es hacernos un gran honor a nosotros mismos y, sobre todo, es algo que merece la virgen morena de Candelaria que reina en el corazón de todas las Islas Canarias.