Se trató de condenar la retirada de la obra del tal Sierra en ARCO, en el carácter provocador del arte contemporáneo, como si esa fuera su esencia y función. Muchos periodistas y políticos se convirtieron en historiadores o críticos de arte y enfatizaron que el arte es provocación, luego la retirada de fotografías de caras veladas (mucha expresión) atacaba la libertad del arte en su motivación primordial. ¿Será que el gran fundamento del arte es la provocación? Juan Luis Cebrián, que se sumaba a esa policía mediática y política para el cumplimiento del arte en su esencia, citaba el urinario de Duchamp: símbolo de la provocación, con data en 1917. La pléyade de defensores de la provocación del arte no parece estar muy inmersa en él, ni en lo referido a la historia del arte ni tampoco en lo relativo a la función estética. Sólo se atienen al territorio bullanguero de lo político donde no se pide ninguna acreditación, de ahí la alta concurrencia y calidad de opiniones. La historia del arte nos muestra durante el torrencial siglo XX verdaderos hitos de provocación: Duchamp, dadaísmo, nueva objetividad, expresionismo, arte povera, pop art, etc.; fiesta que concluye en los 60 del siglo pasado con el arte conceptual: arte es aquello que designa el artista como tal. El urinario es una fuente. Las provocadoras fueron las vanguardias históricas, pero sólo hasta cuando dejaron de existir. A partir de los 70 se retoman y mezclan todas las tradiciones artísticas, porque todas son válidas.

La provocación jamás fue política ni panfletaria, sino que lo era en relación a la cultura de una época, a la mirada y cosmovisión codificadas, como a la forma de contemplación del hecho estético y el gusto. Algo radicalmente ajeno a las peregrinas pontificaciones de medios y políticos. Era muy curioso, porque son los periodistas los que tienen limitada la libertad de expresión por la verdad, calumnias, etc? incluso está la ley con bienes protegidos ante el odio, ofensas a las víctimas o amenazas.

Así como era ignorante y falso la provocación del arte actual (ni Jeff Koons ni Basquiat lo hacen), resultaba grotesco y mentira el exaltado fundamentalismo libertario de algunos. No es precisamente la libertad la que avanza, sino sus simulacros y las coacciones de causas sumamente divinizadas.

El tal rapero, un enemigo declarado de la ley y carne de psiquiátrico (que retrasa), pretextando arte tampoco resultó provocador, sino absolutamente literal y directo, denotativo pero no connotativo. Huérfano también de emociones, solo ofensa neta.