Hay cosas en la vida más importantes que el dinero. Pero son carísimas.

Groucho Marx

El 24 de febrero de 2013, el bitcóin tenía un valor de cotización de unos 33 dólares. En diciembre de 2017, es decir, hace solo dos meses, dicho valor era de algo más de 19.000 dólares. Bajó a 8.500 el 4 de febrero. A principios de marzo, día 9 de marzo de 2018, su cotización es de algo más de 8.600 dólares.

O sea, un disparate.

Si tratamos de encontrar algún producto en la historia de la economía que haya visto oscilar su valor a estos niveles, creemos que, salvo tal vez los tulipanes holandeses del siglo XVII, no encontraremos ninguno. Y ya sabemos cómo terminaron los tulipanes holandeses: hundiendo la economía de ese país.

¿Ocurrirá lo mismo con el bitcóin? ¿Es una situación equiparable? ¿Por qué ha subido tanto? ¿Por qué se ha desplomado tanto? ¿Por qué está subiendo de nuevo? ¿Es esto una burbuja?

¿Qué es un bitcóin, en cualquier caso?

¿Qué diantres está ocurriendo con esta criptomoneda?

Un sistema financiero paralelo. El escepticismo se ha instalado alrededor de esta nueva forma de pago, que no hace sino crecer, no solo en cantidad de operaciones, sino en los tipos de criptomoneda utilizados: en la actualidad existen más de 1.500. El bitcóin es solo una de ellas. La original, de la que todo partió.

Todo comenzó en Japón, cuando un tal Satoshi Nakamoto, persona que no sabemos con certeza si realmente existe, si es un grupo de revolucionarios tecnológicos, un ordenador con inteligencia artificial o qué, publicó un artículo científico donde mostraba su intención de crear un sistema financiero paralelo al existente.

Como todo el mundo sabe, el dinero actual, el que conocemos todos, dinero fiduciario, también llamado FIAT, es dinero creado por los bancos centrales de todo el mundo: el Banco de Inglaterra emite libras; la FED estadounidense, dólares; el Banco de Japón, yenes; el Banco Central Europeo, euros; el Banco central suizo, francos; el Banco de México, pesos. Y así.

Los bancos centrales, además de imprimir dinero, también fijan el tipo de interés que se ha de aplicar a dicho dinero. Desde la década de los 90 del siglo pasado, estos tipos de interés no han hecho sino bajar. Sin motivo. Sin razones aparentes. De este modo, una herramienta utilizada en política financiera para diversos fines, como por ejemplo controlar la inflación, se tornó en un instrumento que, en la práctica, ocasionó un altísimo endeudamiento a particulares, empresas y estados en todo el mundo. En 2008 la deuda mundial era más alta que nunca, causada por el dinero barato, que desincentiva el ahorro e impulsa el endeudamiento.

Y claro, el sistema se resintió.

La primera criptomoneda, bitcóin, trató de puentear a todos estos bancos centrales, creando una forma de pago que sirviera para que los particulares o las empresas pudiesen realizar sus operaciones con rapidez, sin intermediarios, sin comisiones, sin condiciones.

Pero lo más interesante del asunto es que, debajo de esta moneda, se diseñó todo un intrincado sistema informático, encargado de velar por la seguridad en las transacciones, mediante el registro de estas a través de un sistema de información distribuido teóricamente indestructible, transparente, seguro e inviolable: la Blockchain. La información de todas las operaciones se "empaquetaría" en bloques por alguien con la suficiente pericia y potencia de computación, mediante complejos algoritmos y una estructura de archivo de datos (mediante árboles de Merkle) que, en la práctica, imposibilitaran su manipulación. Lo que se ha venido en denominar "minado" de bloques de información.

Pues hete aquí que en 2009 comienzan las primeras operaciones en bitcóin cuando un dólar podía ser cambiado por unos 1.300 bitcóin. A partir de ahí, no ha parado de crecer, alcanzando la cotización de 19.000 dólares por bitcóin a principios de 2018.

Cuando vemos que de repente baja a menos de la mitad de su cotización, como indicamos al principio del artículo, saltan todas las alarmas.

¿Dos tramos de crecimiento? Tratamos de buscar algún tipo de lógica en un comportamiento tan anormal. Con la información disponible, es tarea ardua, pero en nuestra opinión el crecimiento exponencial del bitcóin ha de analizarse contemplando dos variables:

a. La primera: bitcóin crece como consecuencia de una actividad económica real, de transacciones entre particulares y empresas, que asienta la moneda y eleva su cotización por el efecto de la oferta y la demanda. A medida que se cierran operaciones de encriptado de operaciones, se crean nuevos bitcóin, que crecen de forma sostenida y moderada, tal y como se puede observar en los primeros años de la vida de esta criptomoneda.

b. La segunda, la entrada de los especuladores. Estos, alertados de la evolución creciente de la moneda, entran en masa en el sistema, acaparándola como depósito valor, y no con fines de realizar transacciones económicas reales.

Esta última variable tiene dos consecuencias: una, al adquirirse bitcóin para fines de mera especulación, se incrementa su cotización por el aumento de la demanda. Paralelamente, supone una retirada masiva de dicha criptomoneda del mercado para aquellos que sí quieren llevar a cabo operación con contenido económico. La segunda, en relación con la anterior, obedece a una demanda creciente de divisa sin el correspondiente minado de operaciones, toda vez que estas no existen, y consecuentemente sin creación de nuevas bitcoines que reequilibren el sistema.

Creemos que estos son los motivos por los que la divisa ha subido de forma abrupta. La lógica recogida de beneficios que sobreviene a esta situación es la que ocasiona el desplome en la cotización que explicamos en el primer párrafo del presente artículo.

La pregunta ahora es: ¿hasta qué punto han salido los especuladores del sistema?

¿Volverán a tener interés en entrar, dadas las altas cotizaciones actuales?

A toda esta confusión hay que unir el hecho de que varios países han mostrado su escepticismo respecto del bitcóin, como China, Rusia o Corea del Sur, llegando a prohibirse su uso en transacciones económicas. Del mismo modo, responsables del mundo financiero muestran su indiferencia, en ocasiones miedo, hacia esta nueva forma de operar. Desde el Banco de Pagos Internacionales, el Banco de México o incluso el Banco Central Europeo, se han enviado mensajes de cautela a los inversores, alertando acerca de la volatilidad de un sistema que pretende operar al margen de la regulación financiera tradicional.

Por otra parte, observamos cómo entidades importantes apuestan por desarrollos en Blockchain, persuadidos de que las cosas van a cambiar operando en esta plataforma, ya sea con bitcóin o bien con alguna otra criptomoneda como el ether o el ripple. Es el caso del BBVA, que ya se ha postulado favorable a invertir en tecnología Blockchain, que es la que soporta todo el sistema de criptomonedas.

La cuestión es que esta tecnología sirve también para otras muchas cosas. Los contratos inteligentes se postulan como un elemento que obligará a revisar la operativa jurídica tal y como la entendemos hoy; muchas casas de apuestas la utilizan para calcular y pagar premios, y en el futuro nadie duda que el voto ciudadano estará controlado por alguna plataforma que opere sobre Blockchain. Toda una revolución, que ya se vende desde las principales universidades del mundo en forma de cursos que faculten a sus titulados a operar con estos nuevos procedimientos en lo que consideramos un aviso para nuestras instituciones formativas.

Nos da la impresión de que el sistema de mercado en el que estamos envueltos tiene la capacidad de absorberlo todo, y no nos parece descabellado pensar que finalmente adoptará como propio un procedimiento de trabajo desarrollado por quienes lo concibieron para operar al margen de dicho sistema. Paradojas del capitalismo.

Haríamos bien con hacernos eco de toda esta nueva industria digital que crece cada día pero, de momento, no podemos dejar de pensar que el dichoso bitcóin es todavía como el adolescente al que le crecen las orejas más rápido que la cabeza, que emite gallos cuando habla o que, midiendo un metro ochenta, aún pesa cincuenta y cinco kilos y ya calza un cuarenta y siete. Lo miras y no te cuadra por ningún lado.

¿Lo veremos convertirse en un adulto pronto?

*Firmado:

Ramón Ascanio Armada

Guillermo Córdoba Rizo

Arístides Cruz Rodríguez

Ángel Javier García Hernández

Pablo Javier Hernández Cabrera

Laura Hormiga Pérez

Víctor Machado Pérez

Luc Maes Gallardo

Diego Mora Pérez

Marta Navarro Montes de Oca

José Luis Pérez Ruiz

Guillermo Pérez Vera

Rodrigo Rebollares Darino

Omar Semper Haber