Con la derrota del FC Barcelona ante la Roma y su posterior eliminación de la Liga de Campeones, el aluvión de chistes llegados de todos los frentes, algunos de mal gusto y de carácter ofensivo, me parece oportuno salir a la palestra y hablar de fútbol, creo que por primera vez. Muchas de esas burlas han estado fuera de lugar, pues mientras no se demuestre lo contrario, ha caído un equipo español y eso no puede satisfacer a nadie, es un motivo de desilusión y tristeza. Es normal que algunos esbocen una risita maliciosa y no me parece mal el cachondeo hasta cierto punto, pero si lo miramos desde el punto de vista de prestigio y dinero, las pérdidas son considerables y como consecuencia hay perjuicio económico para el resto del país. Dice el refrán: "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar", que es justo lo que estuvo a punto de suceder un día después en el Santiago Bernabéu, pues el Real Madrid logró pasar a la siguiente ronda de semifinales en el minuto 93 y por un penalti que algunos cuestionan.

Los que no me dan pena son los políticos catalanes, ya saben la opinión que tengo de ellos y de sus adoctrinados ciudadanos. En algunas ocasiones, cabreado por esta borrachera separatista, me he lanzado al vacío pidiendo ¡que se larguen de una puñetera vez!, pero con sinceridad y tras reflexionar, no cabe la menor duda de que Cataluña necesita a España tanto como que nuestra patria quedaría coja sin esa comunidad autónoma. Deseo que esta pesadilla acabe cuanto antes porque tiene a la población en un sinvivir.

Volviendo al fútbol, deporte que mueve mucho más dinero que otras actividades. No sé en qué momento dejé de asistir al estadio Heliodoro a ver los partidos del Tenerife, pero posiblemente empezó a aburrirme, y eso que me considero buen aficionado y seguidor de nuestros representativos canarios, a los que deseo ver en Primera División al mismo tiempo. También he dejado de ver partidos en la tele o escucharlos por la radio, mi mujer decía que se me ponía cara de balón, pero sí que leo los resultados en el periódico los lunes y me interesa en qué puestos están los equipos canarios, uno con un pie en segunda y el otro con expectativas de jugar la difícil promoción.

El fútbol me gusta, pero nunca he sido un fanático, pero sí tengo amigos que han sufrido con sus equipos. Hace años salíamos cada fin de semana con un grupo de matrimonios, nos llamábamos el Club Carpanta, y también hicimos juntos viajes y fiestas temáticas, que comenzaban siempre con una buena cena en homenaje al famoso personaje del cómic que pasaba bastante hambre. Cada pareja se esmeraba en mejorar la reunión anterior, y no solo en las viandas, sino en originalidad y diversión para el resto de la noche. Dos de los maridos del grupo eran aficionados acérrimos del Barcelona, eran más que seguidores, tenían sangre blaugrana, así que muchas de aquellas reuniones coincidían con algún partido de la liga.

En un viaje a Las Palmas fuimos al partido contra el Barcelona en el estadio Insular. No recuerdo en qué minuto marcó Cruyff el primer gol y ellos se pusieron a vacilarse de los canariones, incluso pasándose dos pueblos. Mientras, Ruano y yo estuvimos calladitos como tocinos, y cuando finalizaba el primer tiempo la Unión Deportiva marcó el empate. En la segunda parte metieron tres más y acabaron cuatro a uno. Los canariones se la cobraron todas juntas, y tuvimos que marcharnos antes de terminar porque podíamos acabar linchados.

En otra ocasión, durante una fiesta sobre los Juegos Olímpicos, en la que todos íbamos de deportistas, a uno de ellos le dio por llamar a su hijo para que le dijera el resultado del partido, y con voz compungida y atormentada preguntó: ¿perdimos?, y acabó vomitando en el baño.

El fútbol es capaz de atormentar a cualquier aficionado o forofo. Quien ama a su equipo padece normalmente de triunfalismo, y cuando ocurre un desastre como el del martes, se viene abajo. Deberíamos reírnos menos del mal ajeno, e intentar consolar más. Como dijo alguien: "El fútbol no tiene lógica".

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