En los últimos artículos nos hemos referido a Portugal para hablar de Canarias; en otros momentos, hemos comentado la situación de California y Canarias.

Hoy toca hablar de lo ocurrido en Granadilla, que debe ser un toque de atención de una política forestal con poca prevención y demasiada confianza en las máquinas.

Decía el año pasado la ministra de Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, que España es la mayor potencia de la UE en lucha contra el fuego, con más de 250 aparatos aéreos. Sin embargo, en momentos de dificultades como los vividos recientemente en el Sur de Tenerife, este planteamiento de combatir el fuego vía aérea no parece ser suficiente. Aquí tenemos numerosos puntos de difícil acceso, pistas poco cuidadas, como ocurrió en Granadilla, por ejemplo en la pista de Las Vegas a Madre del Agua, o el puente del Barranco de El Río, sin concluir. ¿Dónde están ahora los ecologistas que lo pararon?

Hemos olvidado que el monte gana nuevo espacio y los campesinos retroceden. Antes limpiaban el monte, pastaba el ganado, y ahora tardamos casi un año en darle permiso para limpiar o cortar en un trozo de monte, alegando que si una faya o un brezo tienen tantos centímetros de tronco, no digamos de la dificultad para cortar un pino que afecte a un cultivo, una vivienda, un canal de agua, etc., etc.

No miremos solo para los pirómanos, la gestión es fundamental.

Es bueno que leamos lo que ocurre en el territorio. En la década de 1970, la geografía de Canarias registraba más de 70 puntos con denominación de un pino "en singular"; hoy, sin embargo, en muchos casos tenemos en dichos puntos un pinar, como pasa en La Guancha, con tres pinos, denominados los 3 hermanos, que hoy forman un bosque, y tantos otros sitios, como en el noroeste de La Palma, donde a los pinos se los "afeitaba" (ya que solo multaban por talar el árbol), formándose un pinar en forma de ciprés, para mantener en su entorno pastos y cultivos. Hoy cortar un pino genera un papeleo propio de un territorio deforestado, con gran presión sobre el monte, propio de los años 50.

Aquí y ahora, demandamos otra política forestal, creando cuadrillas, con más dotaciones, con conocimiento y manejo del territorio, con buenas relaciones con los campesinos, formando un todo entre el medio ambiente y el mundo rural y forestal, mejorando los caminos, los cortafuegos, las pistas forestales, creando un tejido humano vinculado al territorio forestal y a los vecinos. Cuando un monte se quema, algo nuestro se quema. ¡No más barreras de burócratas!

Lo del hidroavión ante el incendio de Granadilla, en el que las condiciones no fueron favorables para el fuego, pone de manifiesto los puntos débiles que tiene nuestro sistema, ya que una amplia superficie -entre el 20% y el 30%- de las Islas Occidentales que es forestal tiene una gestión deficitaria, con más de 200 ha por trabajador forestal encargado de su cuidado. Y, lo que es peor, seguimos limitando los usos tradicionales en los pocos casos en los que ganaderos o agricultores proponen actividades en el medio rural, como ocurrió en Chivisaya con don Nicomedes y sus cabras frente a las supuestas plantas protegidas entre los pinos de repoblación.

La actividad agraria y forestal requiere más recursos, ya que hoy apenas tenemos gestores en nuestros campos ante la pérdida de agricultores y ganaderos, que hacían una gestión compartida de nuestros montes. Por ello, en el campo de lo social, tenemos que cuidar toda actividad en el entorno forestal, hemos de cuidar a los gestores de los montes y, entre ellos, de manera preferente, a los campesinos. Y fundamental es la labor de los cabildos, con apoyos coyunturales de otras administraciones, como ocurre en los incendios, entendiendo que la prevención es básica, es un trabajo de todo el año. Ahora tenemos bomberos, pero apenas trabajo forestal.

Necesitamos profesionalizar equipos para los trabajos en los montes, ya que antes eran agricultores los que dominaban las tareas forestales y los conocimientos sobre el monte, y ahora son urbanitas, aunque vivan en el medio rural. Si los pinos y el monte están en expansión y los agricultores están disminuyendo, entendemos que en unas islas cargadas de caminos, senderistas, coches y áreas recreativas, de urbanitas, etc., etc., no se pueden gestionar los montes con más de 200 ha por operario, como ocurre en la mayoría de los casos, porque entonces nos encontramos con situaciones como la de Granadilla, en la que los equipos debieron caminar más de 2 horas para llegar al fuego debido al abandono en el cuidado de las pistas.

La gestión ambiental en las Islas es mucho más que adjetivos y declaraciones bonitas, que la reserva de parque y demás. Necesitamos una política forestal para una nueva época, hemos de hacer silvicultura, entre otras cosas, entresacar gran parte de los pinares y montes cargados de árboles, para unas mejores condiciones forestales.

Miremos para Portugal o California. Lo que ocurrió en Granadilla, en La Palma o en Gran Canaria son avisos de que hemos de mejorar la gestión forestal. ¿Qué hubiese ocurrido si el incendio de Granadilla hubiese sido en agosto?

No es razonable importar leña y carbón en Canarias, o abonos orgánicos para la agricultura, mientras nuestro monte está cargado de maleza y leña. Otra gestión es necesaria.