Por días crece el rechazo a una sentencia que revela el desamparo femenino ante la violencia machista. A veinte meses de los Sanfermines y de la violación de una joven de dieciocho años por cinco abusadores (incluidos un militar y un guardia civil) y a cinco del juicio, llegó un fallo pastelero; una polémica visión del delito y de la aplicación del Código Penal que concluyó que "no hubo violencia ni intimidación, solo prevalimiento", por lo que se travistió la agresión, se alivió la culpa y la responsabilidad civil en cincuenta mil euros a pagar por los indeseables.

La lectura por el presidente de la Sección Segunda de la Audiencia pamplonica desató la airada protesta de los indignados e indignadas del país y, con ellos, de partidos y entidades civiles. El lector José Francisco Cobo y sus colegas Raquel Fernandino y Ricardo González -que pidió la esperpéntica absolución de los acusados- tomaron una decisión que acabó en un escándalo sin antecedentes, con manifestaciones en toda España, críticas airadas en redes y medios, severos ecos internacionales y una grave fractura en las relaciones entre los poderes del Estado.

La censura del ministro Catalá -que anunció próximas modificaciones del Código Penal para tipificar y castigar los abusos y agresiones sexuales- y la respuesta de Carlos Lesmes, titular del Supremo y del Consejo General -que defendió a los juzgadores y afeó las críticas de los políticos- y la resaca posterior solo revelaron el calor y calado del conflicto. Para colmo, las sensibilidades corporativas de las asociaciones de jueces y fiscales solo sirvieron para que arreciaran los palos a un sistema judicial que un sector notable de la población ve obsoleto, insensible y alejado de nuestra realidad social.

El asunto se coló en la fiesta madrileña del 2 de Mayo y en el Parlamento Europeo y promete seguir su recorrido y es que, aceptando que no se puede legislar ni juzgar al gusto de las mayorías, tampoco se debe hacer nada contra el sentido común que, en causas abominables, une a gentes de distintas ideologías que piden la ejemplaridad disuasiva del castigo, por dignidad y por protección eficaz de los derechos tan costosamente conquistados.