Decían en la radio la otra mañana que la mitad de los universitarios vascos no sabían quién era Miguel Ángel Blanco. En concreto, el 7% admitió directamente que no sabía que fue un concejal asesinado por ETA, mientras que cuatro de cada diez rellenaron la casilla de "No sabe, no contesta". En cuanto al asunto Lasa y Zabala, un 54% acertó al escribir que fueron dos radicales torturados por el GAL. Al parecer esto sí ha tenido divulgación. Lo otro, el crimen a cámara lenta que movió y removió al país entero, el que levantó a toda España... se silenció. De eso no se habló en las escuelas. No interesaba.

Otro de los crímenes de ETA olvidados por los jóvenes vascos fue el atentado de Hipercor que tuvo lugar en Barcelona en 1987. El 66% de los estudiantes no supo identificarlo como tal, e incluso hubo un 2% que afirmó que se trató de un golpe yihadista. Por otro lado, el 91% se mostró "bastante o totalmente de acuerdo" con que ningún proyecto político es más importante que la vida de una persona, y el 79% está en contra de la violencia etarra. Menos mal.

Después de 60 años en los que ha asesinado a cerca de mil personas, la banda terrorista ETA se rindió con un comunicado tan repugnante como la vileza de su historia. Desde su primera frase, en la que se define como "organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional" -¿socialista?, ¿liberación?-, hasta la última, en la que afirma que "ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él", todo es mentira, burla, perversión del lenguaje y orgullosa reivindicación de su barbarie criminal. Ni siquiera citan a sus víctimas, llaman "actividad política" a la carnicería que perpetraron, reivindican su "honestidad de siempre" y acusan a los estados español y francés de utilizar la violencia. No hay en él una gota de arrepentimiento ni reconocimiento del daño causado que justifique el más mínimo gesto de benevolencia, por mucho que el lendakari Íñigo Urkullu o su predecesor, el socialista Patxi López, se apresuraran a pedir beneficios penitenciarios.

El último escarnio de la banda es que esa bazofia literaria y moral nos la transmita Josu Ternera, el feminista feminicida, un asesino en serie huido de la Justicia y que ordenó personalmente matanzas como la de la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. En todo caso, sea sincero o hipócrita, nada de lo que diga o haga ETA puede influir en el futuro de los presos o los perseguidos por la justicia ni acortar sus penas. A mí, personalmente, me importa un bledo que pidan perdón o no. Lo que quiero es que paguen por lo que hicieron. Que cumplan las condenas que les fueron impuestas de la misma manera que lo haría cualquier otro criminal. Sin que pasen en la cárcel un día más de los que dicta la ley pero ¡ojo!, ni uno menos. Que su tratamiento judicial y penitenciario no dependa de sus cínicos comunicados ni de oscuras componendas políticas, sino exclusivamente de la gravedad de sus crímenes y de la eficacia para que no se repitan. Todo lo que no sea eso implicará que se les reconozca como presos políticos cuando, en realidad, la mayoría eran sicarios baratos sin oficio ni beneficio que encontraron su futuro matando. Eso eran los etarras. ¿A santo de qué se les va a beneficiar en nada?

Tengámoslo claro, ETA no se disuelve. ETA ha sido derrotada por la democracia, que no le debe nada. Su despreciable comunicado lo confirma. El Estado de derecho y la sociedad civil los han acorralado y enjaulado. Punto final. En cualquier país decente, los únicos protagonistas de esta jornada, aquellos de los que tendríamos que estar hablando, deberían ser las víctimas, no sus verdugos, a los que -desde el asco que les tengo- grito: "Hasta nunca, cabrones".

Feliz domingo. Felicidades, madre. Felicidades, Demelzza.

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