Noveno gregario de Puigdemont, Quim Torra calienta su sillón en un ciclo donde mandan la derecha pujolista y adláteres, los republicanos van en barco sin quilla y los anticapitalistas apoyan el potaje sin nauseas. Gracias a Jaume Roures -viejo trotsko y beneficiario del pelotazo hispano-, vimos el bochorno de una elección vana en tanto su actor declaró que "el verdadero president" era el fugado y que cuanto hiciera sería en su nombre.

Torra se presentó como "universitario triunfador del sector privado", en contraposición humillante con Carles -sin título ni oficio, sólo recadero del clan intocable y del capataz Mas-, que busca y no halla sitio en Europa. Temporero mediocre y plúmbeo, es también un internauta detestable y sórdido, un supremacista sin espejo, un xenófobo admirador de la opaca Suiza, un libelista soez contra la mayoría que no traga con su sectarismo y contra todos los españoles. Ahora intenta borrar las huellas infames que lo marcaron para siempre; pero, como las babosas, dejó un rastro viscoso y maloliente que lo delata y las redes, pertinaces para todo, impiden que se muestre no como un home d''estat, que no lo será en su vida, y ni siquiera como un político aseado, pese a su bajada de calzones para disculpar sus excesos y lengua podrida.

El acto respondió a lo previsto; el esquinado sujeto quiso parecer lo que no era y fue tratado como el independista mendaz y chulesco que es; intentó ser simpático pero ni sus correligionarios sonrieron. La oposición reprobó su biografía y rechazó, por vacuo, su mal hilado discurso. Torra -sépanlo desde ahora- es un triste accidente, un ladillo en la manipulada historia y un feo peón de atrezzo que no traerá la democracia ni tampoco la independencia que, dentro de la única legalidad -Constitución, Estatuto y legislación vigente- es una aspiración legítima aunque inviable por más que repitan las mentiras.

Será un torpe y pesado trotón por atadijos imposibles como también, sin ningún recato, un cuco empollador de un huevo ajeno y fallido en la deriva de la comunidad con mayor corrupción e impunidad del país. El bajo interés de su ridícula y patética investidura lo reflejó la mínima atención de los medios audiovisuales, con la comentada excepción de la cadena con la que Roures, que pesca en cualquier fluido, descarga su conciencia de rojo juvenil y apuesta sus euros en todas las direcciones, por si acaso.