"Por ti me descontrolo, discúlpame mi amor

Por esta invitación Vámonos pal'' baño

Que nadie nos está viendo

Si no me conoces, nos vamos conociendo?

por qué te haces la loca

Cuando yo te miro, te muerdes la boca

Yo solo quiero verte bailando sin ropa"

Esta letra a ritmo de "reggeaton" suena acompañándose de contoneos de cadera en una pasarela dispuesta para un desfile, labios con carmín, sombra de ojos y alguien hace mención entre risas de la palabra "sexy"?

No, no hablo de una despedida de solter@. Tampoco de la cena de navidad de la empresa ni de Carnaval. Hablo de la fiesta de cumpleaños de niños de 6, 7, 8 años. Un escenario que se vuelve habitual, cotidiano, instaurándose con una normalidad inusitada en cada vez rangos más precoces de edad.

Esta propensión de la sociedad a adelantar los comportamientos y actitudes sexuales a edades tempranas se conoce como "fenómeno de hipersexualización o erotización de la infancia" y es considerado por un número cada vez mayor de expertos en todo el mundo como una forma de maltrato infantil y de violencia de género. Este concepto se define como "conductas, expresiones, posturas o códigos de la vestimenta considerados como demasiado precoces", y fue abordado por primera vez como un problema social en el año 2001, cuando el ministro de Educación del Gobierno británico encargó la realización de un informe sobre el impacto de la creciente hipersexualización y la comercialización de la infancia. Desde entonces, la preocupación por esta realidad ha ido en aumento, multiplicándose el número de estudios sobre el impacto de estas prácticas. Ya por el año 2007 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) publicó un documento en el que alertaba sobre la tendencia sexualizadora de los niños en las sociedades modernas, mostrando preocupación por el espectro tan amplio que el fenómeno abarcaba: ropa, juguetes, videojuegos y series de TV introducen de forma cada vez menos sutil un erotismo prematuro, con el respaldo aparente o "silencioso" de padres y educadores. Se alerta de la misma forma que las principales víctimas de esta tendencia suelen ser las niñas, y es que, en general, esta hipersexualización reduce el papel de la mujer al de objeto sexual . Sobra decir que todo ello constituye un refuerzo perfecto para la perpetuación de las ideas sexistas: inferioridad de la mujer sobre el hombre e imagen femenina como finalidad del placer del otro.

Quizá para poder darnos cuenta del impacto negativo que esta tendencia puede tener en el desarrollo psicosexual de nuestros hijos tendríamos que tratar de entender los patrones evolutivos de los niños. Existen multitud de teorías acerca de la estructuración del mundo psíquico, que no es cuestión de analizar en este contexto, pero sí que al menos merece la pena mencionar una característica común a todas ellas, y es que no existe de forma natural y evolutiva en los niños hasta el inicio de la adolescencia un contenido claramente sexualizado y/o erotizado en términos de ser considerado objeto de deseo. Incluso Freud, que sustentó prácticamente la totalidad de sus teorías en la libido o pulsión sexual, estableció una fase de latencia entre los 6 y 12 años.

Significa esto que mucho antes de que el proceso erótico-sentimental se establezca, los niños han sido bombardeados de forma permanente y sistemática durante años con imágenes y contenidos de naturaleza sexual que no son capaces de interiorizar asertivamente. Aparecen cada vez más estudios, si bien aún es necesario que aún se establezcan con métodos más rigurosos desde el punto de vista científico, en los que se apunta a este fenómeno como factor causalidad de trastornos mentales de inicio en la adolescencia y juventud temprana, así como alteraciones de la conducta y del comportamiento. Las recomendaciones establecidas hasta ahora por los expertos se orientan, por supuesto, en el trabajo preventivo, sobre todo a través de la educación y la inculcación de la igualdad de género en niños y maestros y el trabajo en común de padres, profesores, médicos, publicistas, comerciantes y políticos, con medidas más concretas.

Pero, ¿y mientras? ¿Qué podemos hacer como padres y educadores ante un problema de esta magnitud y que puede conllevar consecuencias tan negativas? Evidentemente vivimos en este mundo en el que existe televisión, internet, publicidad, revistas, música, imágenes y la realidad es que ni podemos ni debemos aislarnos de nuestra realidad social. Pero sí que tenemos la obligación de tratar de salvaguardar la infancia de nuestros hijos: del mismo modo en que no se nos ocurriría ponerle delante a un niño de un año un chuletón con un cuchillo afilado y un tenedor y decirle "hala, a comer!", debemos tratar de administrar la información que les llega y a la que tienen acceso, y por encima de ello, no reforzar o mucho menos alentar las conductas hipersexualizadas.

Supongo que el eje central y único de todo esto se basa en respetar la infancia. Esto significa que somos los adultos los que tenemos la obligación de conocer y adaptarnos a los distintos períodos evolutivos por los que pasan nuestros hijos, sin correr más de la cuenta adelantando contenidos que los niños aún no tienen la capacidad de introyectar, ni tampoco quedándonos cortos infantilizándolos ad eternum. Debemos protegerlos del bombardeo de imágenes y estímulos que aún no pueden ni deben entender, hasta que sean capaces de desarrollar por sí mismos los mecanismos y herramientas necesarios para poder interpretarlos y colocarlos de una manera asertiva. Debemos inculcarles el respeto a la mujer, en una sociedad que parece que empieza a despertar en lo referente a igualdad de género, si queremos que nuestros hijas e hijos tengan igualdad de oportunidades en el futuro y no sean consideradas o consideren al otro como mero objeto de deseo. Quizá eso pase por apagar la radio cuando suena una canción de contenido inadecuado. O cambiar el canal de la televisión aunque esté viendo algo que me gusta. O no regalarle maquillaje aunque sea de juguete. Insistirle en que no tiene novios ni novias sino amigos, que internet se usa con controles parentales, y que es demasiado pronto para entender lo que significa "sexy" y que no quieres volverle a oír usando esa expresión para definirse a sí mismo o a su compañera o compañero de clase. Probablemente ello nos cueste más de un conflicto, contemos con ello . Pero no olvidemos el objetivo final, y es que no solo estamos criando niños: estamos formando adultos.

*Psiquiatra del HUNSC

Vicepresidenta del Sindicato Médico de Canarias