Lo bueno que tiene haber estado en el más allá y haber vuelto a la vida es que ves las cosas de otra manera. Como Pedro Sánchez, que salió de la tumba con unas gafas de sol casi al tercer día de que le apuñalaran. Por eso ha decido presentar una moción de censura contra Rajoy.

Las cosas en España estaban hasta la pasada semana de la siguiente manera: Ciudadanos subía como la espuma; el PP se hundía como un plomo y el PSOE se conformaba con pelearse por las raspas con Podemos. Así es que Sánchez se quitó las gafas, se alisó el peluco y dijo: "a por ellos". Y le lanzó una censura en los bajos al PP.

Porque la censura es como un show. Desde que se presenta están todos los periodistas zumbando como moscardones alrededor del candidato a la Presidencia -que si tiene votos, que si no, que si puede ganar, que si es imposible- y haciendo cábalas y cuentas políticas. Y por el camino, el candidato aparece a todas horas en todos los medios. O sea, una campaña de publicidad masiva y sin gastarse un chavo. Un chollo democrático que va a durar apenas una semana porque Rajoy -tan lento para otras cosas- ha decidido beberse el cáliz de un buche.

Es verdad que al PP sólo le falta quedarse preñado. Porque vaya racha que lleva. Pedro Sánchez sabe perfectamente que Albert Rivera vive rentabilizando el silencio. Para ganar las próximas elecciones Ciudadanos sólo tiene que hacer una cosa: no meter la pata. Había que romper esa inercia. Y la moción de censura es una manera de radicalizar la vida política y hacer salir a campo abierto al cuidadoso y demoscópico partido de Rivera, que hace una encuesta antes de decidir si va al baño o no.

¿Va a ganar la censura? Aparentemente no. Ni el PNV ni Coalición Canaria están por votar contra un Gobierno con el que han pactado los presupuestos generales del Estado hace sólo unos días.

Pero el objetivo de Sánchez no es ganar la censura. Es colocar a Ciudadanos junto al PP. Y darle estopa. Si no le votan es que están sosteniendo a Rajoy. O sea, a la corrupción, la podredumbre, la carcoma, la pus... un asquito.

¿Quién puede tener tan mala entraña para elegir la oscuridad y las pústulas frente a la luz y la sonrisa profidén de Sánchez? La derecha, por supuesto. El que no le vote va a ser indefectiblemente situado en la derecha purulenta. Y Pedro Sánchez se va a situar a la cabeza de la esplendorosa izquierda, con lo que estará jeringando también -doble frescor, doble sabor- a Pablo Iglesias y sus chicos de Podemos.

Rentabilizar la moción no está exento de riesgos. Porque uno hace planes y luego el demonio los tuerce, si en el debate te dan hasta en el carné de identidad. Pero Sánchez tiene poco que perder. Ya estaba perdiendo.