Cuando estamos charlando con otras personas -no digamos ya si se trata de tu pareja-, y la cosa se pone "fea", porque el diálogo transita por derroteros que pueden terminar en discusión, siempre hay alguien con dos dedos de frente que deriva o esquiva la conversación hacia otros itinerarios menos comprometidos y se termina, por lo general, hablando del tiempo. Del atmosférico, claro está. También se puede tocar el tema de referirse a la luna, al sol y a las estrellas, que es como decir que no se tiene ganas en ese momento de enfrentarse o afrontar el tema del que se está hablando. Algo así como los entremeses de los hermanos Álvarez Quintero

¿Que es de cobardes? Puede ser; pero es que hay personas que se dejan llevar por la inercia de la sinrazón y se autoestimulan con la discusión y terminan hiperventilando, hasta con taquicardia, y como se suele decir en estos casos si uno no quiere dos no pelean. A veces el tema es lo de menos para entrar a saco y expandir todo la hiel que a veces le corroe a uno. Algunos nacen con "mala leche" y eso es irrefrenable e incorregible; cuando le toca a uno de cerca tan sólo queda la posibilidad de la "huida" con educación y un "hasta luego Lucas", y tacharlo de tu agenda sentimental; o, si por el contrario te cae en la familia, pues "aguantarlo" en lo posible y encomendarte a San Judas Tadeo, patrón de lo imposible, a ver si con un poco de suerte el tiempo, el cariño y la tolerancia hacen la situación más llevadera.

El otro día hablando con mi mujer sobre el tiempo; sí el atmosférico, decía ella que esto del cambio climático es una jodienda, con perdón; que estamos en la "soleada Canarias" ya casi en junio, y que todavía no se ha quitado el chaquetón de plumas y sigue llevando el paraguas de mano en el bolso. Que la humedad que hace la está matando de dolores, y que incluso el que esté todo el día el cielo medio negro lo único que hace es deprimirla aún más. Y para más inri, "el niño" nuestro hijo pequeño, que ya va para los cuarenta, está con su mujer de crucero por Noruega y nos envía fotos por el WhatsApp, ¡con gafas de sol y en manga corta¡ Esto es todo un despropósito, dice ella, y lleva toda la razón.

En casa, sobre todo cuando comemos en familia, en la mesa no se habla ni de política ni de religión; y yo añadiría incluso la materia futbolística. Y si alguien se despista y mete si querer alguna cuña, como la de mi hijo el otro día, que es del Barça -sí, en todas las familias tiene que haber algún garbanzo negro, aunque en la mía hay más de uno que le va el azulgrana-, que me felicitó con sorna por el éxito del Madrid en la Champions, la cosa comenzó a degenerar mezclándose, como no, la política con el fútbol y rápidamente saqué el tema del tiempo: "pues este fin de semana pasado nos cogió un tiempo fatal en Lanzarote", tercié yo. "Es que ya nada es como antes", apostilló mi mujer echándome un capote.

Otro tópico muy recurrente en las reuniones familiares es hablar de eso que los cursis denominan "Carpe Diem", refiriéndose a que hay que vivir el presente sin prestar demasiada atención al futuro. Mi santa madre -que Dios guarde-, se refería a dicho tema diciéndonos aquello de: "Mi niño, vive el hoy que mañana Dios dirá". El problema surge cuando tienes una hipoteca que pagar, el coche se te ha estropeado y no sabes cuándo ni cómo lo vas arreglar, que los niños necesitan ropa porque crecen a toda velocidad, que se aproximan los impuestos el mes que viene y entre una cosa y otra se te van dos sueldos; ya saben, el futuro a veces es muy puñetero y está demasiado encorsetado como para ignorarlo.

Ya saben aquello de "Vive tranquilo si te dejan"; aunque llegados a cierta edad, eso de vivir tranquilo o no, dependiendo de que venga alguien y te fastidie el día, cada vez se lleva más cuesta arriba; lo que sucede es que con tal de no soltarle alguna que otra fresca, con riesgo de que te suba la tensión, siempre se puede terciar y terminar, como no, hablando del tiempo.

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