Para mí constituye un verdadero honor entrar en una institución de tal relieve. Era el colofón tras pertenecer a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. No procedo del ámbito académico ni profesional, ni me he criado en Canarias, por tanto mi satisfacción es muy particular. Aquí soy "el vasco" y allí "el canario". Nos pasa a todos en situaciones similares y no se está mal. Puede ser una liberadora tierra de nadie. La llamada identidad colectiva -parece que por fin va camino de ser superada por las distintas identidades que conviven en uno mismo: ¿identidades individuales plurales?- en mi caso y similares no puede ejercer mucha coerción, me gustaría suponer.

Mi identificación con Canarias -mi familia lo es- no es la frecuente. No soy un godo/peninsular identificado con el traje de mago y el "norte" de la Isla (cual Humboldt), ni asisto a romerías, ni frecuento guachinches y me gusta Las Américas y su cosmopolitismo. En realidad no soy nada afecto a lo popular, étnico, ni folclórico. En mi caso agoté esa fase tan intensa: la música bretona, occitana, irlandesa... y demás universos oníricos y llamadas ancestrales. Tampoco me deslumbra ya la naturaleza, prefiero las ciudades (o las afueras de ellas) y cuanto mayores, más.

Ocurre que ante mi tierra de origen me pasa igual: identificación parcial e individualizada con ella. La misma lejanía de lo popular, étnico y folclórico, con la circunstancia de que siendo niño iba a un grupo de danzas vascas y llegué a aprender el aurresku (baile ante autoridades). Mi predilección en este caso es por Bilbao; de adolescente, por tan española, me hizo abertzale, ahora me acoge como siempre fue.

La identidad cada vez es más abstracta y concurrida, no se determina por realidades antropológicas diluidas y mineralizadas, sino se decide y elige con planteamientos racionales y querencias universales. Desde esa visión central es cuando puede uno identificarse con las particularidades locales, más, cuando desde el punto de vista cultural y literario son renovadoras, modernas, tan sobresalientes como las canarias. La dicotomía cosmopolita/nacionalista posee mayor vigencia y futuro. Es lo que está detrás del paroxismo catalán. El pánico ante la globalización. Es muy interesante observar cómo el etnicismo catalán responde a la globalización; el nacionalismo ha mutado a formas verdaderamente desgarradas y agonísticas: agresivo, racista, totalitario, insurreccional. ¿Tendrán relación estos fenómenos?

Hay otro factor nuevo y muy benéfico, que el cosmopolitismo ahora dispone de una base crucial de la que antes carecía: la globalización.