Karla Llovio es una escritora de ficción de origen cubano, vive en Los Ángeles y el pasado jueves a mediodía desembarcó en el Aeropuerto de Los Rodeos a buscar sus orígenes. Su abuela nació en algún lugar de Tenerife, vivió en Cuba, donde murió, y ahora quiere saber de dónde son los González de su segundo apellido.

Alguien le dijo que eran de esta isla, y aquí vino, provista de notas que pudieran guiarle en el intrincado mundo de nuestros municipios. Le comentaron también que los archivos municipales y eclesiales son "los mejor conservados de España" y eso la llenó de esperanza sobre el éxito de su misión: restablecer la naturaleza de sus orígenes.

Su historia, que me contó cuando recogíamos nuestros equipajes de cabina, me recordó de inmediato un libro formidable, que durante años he aconsejado leer a mis amigos y a todo aquel que quisiera contar una historia de familia. Ese libro es "Orígenes", en el que su autor, el libanés Amin Maalouf, radicado ahora en Francia, cuenta sus trabajos para dar con los distintos paraderos de su abuelo y de la familia de este.

Un día Maalouf se encontró, en un arcón que conservaba su madre en Beirut, un enorme volumen de cartas que su abuelo había escrito a su familia desde los distintos destinos, en Europa y en América, por los que había transitado.

Para verificar ese paso que había llevado a su antepasado por todo el mundo, Maalouf estuvo en Nueva York, en Buenos Aires, en Cuba, en casi toda Sudamérica, y en otros puertos europeos. La peripecia está aligerada por la bellísima prosa de Maalouf, acaso el escritor en lengua francesa que más cerca está del premio Nobel, que este año no se da por motivos de las malandanzas de los académicos.

A Karla Llovio (su apellido se corresponde con el nombre de un lugar español cuya identidad ella también pretende dilucidar) la descubrí en el avión que nos traía de Madrid a Tenerife este último jueves. Como me suele ocurrir, yo venía en mi asiento con todos los periódicos del día y a ella, que estaba en el asiento que había detrás del mío, le interesó que yo le dejara el New York Times, versión europea. A lo largo del viaje la escuché hablar con sus compañeros de proximidad y fue al final, cuando me devolvió el periódico, cuando yo le hice algunas preguntas. Qué haces, a qué vienes. Ella es cubana, escritora de ficción que desde hace años vive en Los Ángeles; habla un inglés perfecto y en cualquier sitio se podría saber, por su acento, que es de origen cubano.

Cuando me habló de Cuba también me habló de su origen canario. Yo le conté la historia de un pariente de mi madre que hizo el viaje que muchos isleños hicieron a Cuba en la primera mitad del siglo XX. Él (contaba mi madre) había soñado que en La Habana había escondido un tesoro debajo del montículo sobre el que pastaba una cabra. Una vez le pregunté a Cabrera Infante si esos sueños se correspondían con alguna realidad. El autor de "Tres tristes tigres" me dijo que sí. Años después yo averigüé que mi madre no se había inventado el viaje pero sí la naturaleza del sueño, pues ella me lo contaba mientras miraba a la calle, desde su cuarto, hacia la cabra que pastaba sobre un montículo que había frente a nuestra propia casa.

Karla había hecho el viaje inverso, de Cuba a Tenerife, buscando los orígenes de su abuela, como Maalouf había buscado el rastro de su abuela, desde Beirut a La Habana. La abuela de esta autora de ficción que rastrea su propia realidad se llamó Peregrina Adorna González. Desde que vi a Karla he estado pensando en ella, en ese paradero. Yo le dije que probablemente su origen sería el sur de la Isla, donde hay tantos González. No sé dónde se habrá encaminado esta nieta que busca a Peregrina. Les tendré al tanto de las andanzas de Karla, si ella me las cuenta.