Sin duda, la demografía constituye uno de los problemas más preocupantes de la sociedad actual y de la española en particular. Cabe recordar en estos momentos que la demografía es la disciplina encargada de estudiar a las sociedades, su natalidad, mortalidad, evolución, dimensiones, etc. que tienen una enorme importancia.

Producto de este problema es por lo que hace tiempo le dedicamos artículos de prensa y reflexiones, que merecen traer a colación. Hace tres años escribimos el artículo "La dictadura de la demografía", producto de un libro con el mismo título que ya nos avisaba del tremendo problema que se nos avecinaba, con los errores de planificación demográfica, que cuando ocurren solo se pueden subsanar con inmigración, y que no se ha sabido hacer en nuestro país de forma clara.

Titulares como "El declive demográfico en España se agudiza con el récord de muertes" (El País - 20 de junio de 2018), "España, hacia la extinción progresiva tras el peor dato de nacimientos del siglo" (ABC - 20 de junio de 2018) o "El invierno demográfico ha llegado, menos niños que en la guerra" (La Razón - 20 de junio de 2018) dejan bien a las claras una situación que nos deja datos preocupantes como el que uno de cada tres habitantes tiene más de 65 años.

El problema del envejecimiento de las poblaciones, aparejado al hecho de la escasa natalidad, trae consigo no solo la puesta en marcha de una enorme labor de ingeniería social, sino una dependencia irrenunciable de la inmigración para garantizar la sostenibilidad de nuestro país. Sin duda es uno de los retos demográficos más importantes y que van a cambiar las composiciones sociales del mundo.

No es que la inmigración sea mala, más bien todo lo contrario, pero comprometer el desarrollo socioeconómico de un país, un continente o el mundo, a los variables flujos migratorios es tener sobre nosotros la espada de Damocles de la dependencia y la incapacidad de previsión económica fundada en una autosuficiencia poblacional, y es que no hay pensiones sin demografía. Debemos prevenir la demografía para evitar errores, fomentando la maternidad.

Durante 2017, la población española crece poco y a un ritmo desigual, pero crece. Ese año aumentó en 132.263 personas, un 0,3% más, hasta 46.659.302 personas, pero con un saldo vegetativo negativo de -31.245 personas, porque murieron más residentes de los que nacieron.

Fue el impulso renovado de la inmigración, que alcanzó datos similares a los de sus años de bonanza, el que sacó al país de la caída demográfica: se registraron 532.482 inmigraciones procedentes del extranjero. También se marcharon 367.878 personas, pero el saldo fue positivo, con 164.604 nuevos residentes de otras nacionalidades. Santa Cruz de Tenerife fue la que más creció en términos relativos, con un 1,4 por ciento más. O lo que es lo mismo; Santa Cruz de Tenerife ganó 11.491 residentes de otras nacionalidades, un 7,62% más, frente a 2.938 españoles (0,33%).

Nunca se habían registrado tantos fallecimientos en España. En 2017 fallecieron 423.643 residentes en España, la mayor cifra desde 1941, un 2,3% más que en 2016. Las muertes superaron además a los nacimientos, que fueron 391.930, un 4,5% menos que el año anterior. En consecuencia, se produjo un saldo vegetativo negativo que no es el primero -ya ocurrió en 2015- pero que también marca un récord, con una diferencia entre nacimientos y fallecimientos de -31.245.

Los nacimientos llevan consigo un valor añadido a todos los mencionados y ese es el de la sostenibilidad de nuestra sociedad. Hace un tiempo se publicaba un estudio acerca de la compleja situación socioeconómica a la que se podría enfrentar nuestro país como consecuencia del escaso número de nacimientos que se estaban registrando cada año.

En esta legislatura, el Partido Popular ha creado una ponencia especial sobre la demografía, que se plasmará en una estrategia nacional sobre la problemática y sus soluciones, de la que formamos parte como senador.

En resumen, se podría decir que la población envejece y se reduce sin que se produzca el número de nacimientos necesarios para que tomen el relevo y mantengan la sostenibilidad del llamado Estado de Bienestar, tal y como intentamos explicar en esta sucesión de letras.

España no debe continuar, por sexto año consecutivo, con el menor número de nacimientos y un descenso del 18,3% desde 2008. Eso es un error muy grave que contribuye a que la demografía se convierta en una dictadura.

A ello hay que sumar el marcado envejecimiento ciudadano, que, sin duda, es un logro social de primer orden pero que tiene consecuencias socioeconómicas evidentes que hay que saber prevenir y afrontar.

Este es uno de los factores relevantes de estudio por parte de la demografía ya que se trata, pues, de un problema con una solución más compleja que la del desempleo y que podría llegar a poner en riesgo (en el caso de no tomarse las debidas medidas correctoras con anterioridad a que se plantee) la sostenibilidad del llamado Estado de Bienestar tal y como lo conocemos, puesto que crearía un vacío irrellenable.

La máxima de que un nacimiento es siempre buen augurio cobra especial sentido en la medida en que son muchos los analistas que coinciden en que las iniciativas estructurales que los gobiernos tomen, para el equilibrio y la sostenibilidad de las pensiones de los países, son insuficientes si no van aparejadas con un incremento poblacional, con un número mayor de nacimientos que garantice la adecuada provisión de fondos al Estado.

Nacimientos que han de gestarse en la que, para nosotros, constituye la principal célula económica y social de nuestro país y sin la cual España no hubiese resistido esta crisis: la familia.

Debemos ser conscientes de que tenemos que mimarla, protegerla e incentivarla todo lo posible para, no solo garantizar su importancia desde el punto de vista poblacional (como mecanismos de continuidad de las sociedades), sino evitar el riesgo socioeconómico al que podríamos enfrentarnos en el caso de no tomar las medidas necesarias. Medidas que pasan, irrenunciablemente, por el fomento de la natalidad y por la protección decidida de todas las edades por las que pasa el ser humano en el marco de la familia como unidad económica y social de primer orden junto con el concepto de nación.

En definitiva, en algo tan importante como la planificación demográfica de un país, de Europa y del mundo, también interfiere la situación económica, convirtiéndose en dos factores claves que tienen que plantearse los gobernantes, universidades y administraciones.

La cooperación internacional será clave para lidiar con los desequilibrios demográficos.

*Senador por Tenerife

Portavoz Partido Popular Ayuntamiento de La Laguna